Pudo ser, pero no fue. Pudo incluso enamorar por minutos, murmurar palabras bonitas, y hasta bailar abrazado. Llegó a besarla. Pero al final volvió a cometer el mismo error. Así fue el Barça de ayer en Nápoles. Un quiero, pero no puedo. Le falla algo y lo peor es que no sabe qué es. Gusta, domina y posee, pero no remata. Un conquistador venido a menos, como si se hubiera olvidado de cómo se coronan las faenas. 

Seguro que anoche no hubo un culé que volviera a sentir buenas sensaciones de su equipo en la primera media hora del partido contra el Napoli. Dominio, presión y ataque. Ese es mi equipo, sin duda sería la frase de ese momento. También es verdad que muy pocos dudaban que este Barça podía conseguir una victoria en la Champions porque pensaban que el adversario estaba peor. Una pena tener que hablar de lo que no fue cuando se hubiera podido hablar de lo que pudo ser. Pero así es el fútbol, así es la Champions, aseguran Araújo y Xavi. Acaba el Barça contentándose con haber competido, cuando otros solo piensan en aquello que decía el sabio Luis Aragonés, que lo importante en el fútbol era ganar y ganar.

No queda otro escape al culé que pensar en el partido de vuelta el próximo 12 de marzo en Montjuïc. Un estadio en el que el himno del Barça no suena igual que en el Camp Nou o como se siente el del Napoli en el Diego Armando Maradona. Pero toca pensar en esas primeras frases de uno de esos cánticos de los aficionados italianos: “Un día de repente me enamoré de ti. Mi corazón latía. No me preguntes por qué. El tiempo ha pasado pero aún estoy aquí”. Continuar enamorado de este Barça, sentir que el corazón sigue latiendo y no saber por qué, aunque aquellos tiempos de bonanza hayan pasado. Pero, culés, hay que seguir ahí. Pensando que un buen día toda esta pesadilla, del Barça que puede pero no acaba de conquistar, pasará.