A la hora de elegir el próximo entrenador del Barcelona, siempre y cuando Xavi no se retracte de la decisión de abandonar el club a final de temporada, el álbum de los posibles nuevos inquilinos del vestuario azulgrana ha resultado muy amplio. Culemanía efectuó una encuesta entre los seguidores y expuso cuatro nombres y resultó ganador el alemán Hansi Flick, cuyo éxito relevante es haber conseguido un sextete con el Bayern Munich, y que ahora se encuentra sin equipo. Por detrás quedaron Roberto de Zerbi, italiano que dirige al Brighton en la Premier, el también alemán Thomas Tuchel, ahora en el Bayern, y Mikel Arteta (Arsenal).

El periodismo deportivo catalán ha jugado también con la posibilidad del regreso de Pep Guardiola y Luis Enrique, ambas opciones impensables en estos momentos puesto que donde están, están más que bien. Clubs potentes, sin problemas económicos, de dueños que avalan y no les importa el dinero porque les sobra, con estrellas consagradas y con estadios ya construidos. Y Minguella, que de esto sabe mucho, apuesta por un español.

También se ha planteado la pregunta si la afición, la escasa que hay ahora, aceptaría al también alemán Jürgen Klopp, que acaba de anunciar desde Liverpool que se coge un año sabático. Y el cuestionamiento planteado es si la afición del Barça tendría paciencia con Klopp de no conseguir resultados inmediatos. Yo no creo que esa sea la pregunta exacta para intentar entender este cuento azulgrana. Xavi, por ejemplo, tuvo éxito en su primera temporada. Ganó Liga y Supercopa. Luego ese no es el problema.

La dimisión en diferido de Xavi ha complicado aún más los requisitos para ser entrenador del Barça. Ya no se trata de que la afición entienda al técnico. No. El tema es que el nuevo jefe del banquillo entienda al Barça, a su entorno, no se obsesione con las críticas periodísticas y acepte hasta los abrazos del presidente. Que no crea que dirigir al Barça es cruel, que no se sienta infravalorado, ni tampoco cuestionado. Necesita este Barça, el de hoy en día, un técnico que pase de todas esas puñetas. Un entrenador como el Xavi que se descubrió en San Mamés mandando a tomar por el c… a sus jugadores, y hablando de la falta de ambición.

Seguramente que nadie ha pensado en él, porque hasta ahora creo que ningún club de los grandes lo ha tenido en cuenta. Pero como me habría gustado un tipo como el que visita este viernes Montjuïc. Un Javier Aguirre que, a sus 58 años, puede decir a sus jugadores sin rubor “excelente trabajo, hijos de p…” o “no mames wey”, “muy bien, pero la p… que te parió”, “bravo cabrón, bravo”. Y que en las conferencias de prensa suelte un “me la suda”, y que cuando gane diga que lo celebrará con un “whiskito y a dormir”, un técnico que convenza sin sentirse agobiado o maltratado. Un entrenador que acepte que dirigir al Barça no es cruel, sino que es como es.