Ustedes me lo van a perdonar, pero tengo ganas de hablar de un culemaníaco que acaba de marcharse de este mundo, y al que debo mucho en la formación de mi carrera, pero especialmente del que siempre admiré el calor que llevaban sus palabras y la pasión que abrazaba en sus relatos contados con un entusiasmo cautivador. Carlos Pérez de Rozas fue una de esas personas que a mi llegada a Barcelona me abrió las puertas de su casa y al día siguiente ya me invitaba a que colaborara con él en la organización del Eurobéisbol en 1975, entonces un deporte que tenía eco en el extinto diario Dicen de la mano de su hermano Emilio.

Carlos disfrutó de la vida con fervor, y siempre dio la impresión de ser el hombre más feliz de la tierra porque para él la vida era un espectáculo, y un show de luces, lleno de colorido donde no cabía la amargura ni la depresión. En ese mundo no había tiempo para la tristeza y sí, en cambio, faltaban horas al día para vivir en un continuo frenesí. En ese mundo el pesimismo perdía por goleada con el optimismo. El trabajo era motivado con un “ya verás como triunfaremos mañana”. El elogio superaba cualquier desencanto. Así lo vimos siempre los que tuvimos la suerte de trabajar con él. Y así apareció en las tertulias para los televidentes.

Su pasión por el Barça besaba el fanatismo. Carlos todo lo encontraba bien, y destilaba una esperanza que en ocasiones parecía pura fantasía. Pero hablaba con convicción y con notable seguridad. Hay unas frases en un escrito de Emilio, su hermano y otro de mis grandes maestros, ayer en El Periódico, que define su barcelonismo: “Cada vez le quedan menos defensores a Ernesto Valverde. Acaba de perder uno. El más fiel. Y positivo”.

Toda una verdad. En los tiempos que corren hará falta más Carlos Pérez de Rozas para defender y subrayar el trabajo de Ernesto Valverde como entrenador del Barça. Ayer, el presidente del club, Josep María Bartomeu, tuiteaba un mensaje de condolencia a la familia de Chicho Sibilio, y los “terroristas” de la red aprovechaban para pedir la cabeza de Valverde.

Cómo me habría gustado oír a Carlos mostrar su ardoroso y apasionante comentario después de la exhibición del Barça ante el Nápoles, con una delantera “fantástica” como la que formaron Griezmann, Suárez y Dembelé y un De Jong que lo hace todo “fácil, fácil, fácil”.