Somos de los que tenemos repelús al color blanco y de los que discutimos a un entrenador aunque sus resultados sean la hostia porque nunca estamos satisfechos del todo. Somos de los que nos fijamos en el vecino, solo para decir lo que no nos gusta de él y de los que no tomaríamos prestado nada que venga del Real Madrid

Son el eterno rival, el enemigo. No queremos que ganen ni en pintura. Ni en la Liga, ni en Europa, ni al ajedrez (creo de que de esto no tienen sección, como tampoco la tienen de hockey, balonmano, fútbol sala, fútbol femenino, rugby, atletismo, etc...). Es más, a veces hasta nos da más placer una derrota del Madrid que una victoria del Barça

El culé es una especie única pero dentro de la masa social barcelonista hay una diversidad muy variopinta digna de ser profundamente investigada. Dentro de esa clasificación de caracteres que diferencia entre tribuneros, eufóricos, hooliganeros, violentos, escépticos y pesimistas suele haber una cosa, solo una, en común: al Madrid, ni agua

Es por este motivo que no es fácil siendo barcelonista reconocer una cosa buena que hace, o más bien hacía, el Madrid. Es más, una cosa buena que hacía el Madrid y que ha aprendido a copiar el Barça. Solo una cosa: la pegada

El Barça siempre fue el equipo que jugó mejor, el que representó el amor por el balón, la apuesta por un estilo atractivo, ofensivo y vistoso, pero que se estrellaba en los momentos decisivos. Unas virtudes que mantenemos pero que a nadie escapa que han disminuido un poco con el sabio pragmatismo de Valverde

No nos equivoquemos, es un entrenador soberbio pese a que muchos todavía le guarden rencor por la debacle de Roma. Un maravilloso gestor de egos --prácticamente, lo más importante hoy en día en el deporte de élite--, que no sabe hacer el fútbol de Guardiola pero al que no se le caen los anillos a la hora de reconocer que "Guardiola es el mejor entrenador del mundo, sin ninguna duda". 

Un técnico, el Txingurri, que ha hecho de lo que muchos consideran un defecto, su mayor virtud al forjar un Barça sólido, férreo atrás, equilibrado y que muchas veces gana por pegada. Contra el United marcamos dos goles en dos llegadas después de haber sufrido durante los 10 primeros minutos. Messi irrumpió, destrozó De Gea y finiquitó un partido (3-0) que fue mucho más fácil de controlar. 

La pegada también apareció contra el Atlético de Madrid para sentenciar la Liga (2-0), en un partido con muy pocas ocasiones. Luis Suárez y Messi batieron a Oblak como habían batido unos días antes a Sergio Asenjo en Villarreal para poner un sudado empate en el luminoso (4-4). 

También el Real Madrid probó su propia medicina al ser desnudado en la vuelta de la Copa del Rey (0-3) en un partido donde los blancos jugaron mejor, y en Liga tres días después (0-1) para dejar la cabeza de Solari en bandeja al Ajax

Antes, incluso con Guardiola en el banquillo, el Barça se atascaba en esos partidos. Se empotraba contra el muro rival y no conseguía sacar un resultado positivo adelante. Era inviable ganar jugando mal. Este año, en cambio, los azulgranas suman ya 11 partidos en los que han remontado un resultado adverso (llegaron a ir perdiendo y terminaron ganando o empatando).

Dicen que uno de los mayores peligros del Liverpool es la pegada. La verdad que intimidan un poco. Pero no hay que olvidar que el Barça por fin ha aprendido a tener pegada.