Tengo claro que la revolución tecnológica cogió a los medios de comunicación en pelotas. Y que en materia deportiva los primeros que supieron adaptarse a las redes sociales fueron los propios deportistas. Hoy ya no tienen necesidad de dar entrevistas exclusivas, ni tampoco están dispuestos a una sesión de fotografía en el Palau de la Música, encima del techo del Palau Sant Jordi, paseando por las Ramblas o subiéndose a una de las golondrinas del puerto. Hoy, ellos ya tienen su Instagram y cuelgan hasta las fotos prohibidas que perseguían y se morían por plasmar José María Alguersuari, Horacio y Rafa Seguí, Pepe Encinas, Antonio Espejo, David Airob, Jaume Mor, Fernando Zueras, entre otros grandes fotógrafos del país.

El caso es que la fotografía de futbolistas con sus hijos o de vacaciones ya no pertenece a los reporteros exclusivamente. Pero en la prensa escrita tuvimos y tenemos un problema grave. La crónica de un partido de fútbol, en la que se acostumbraba a describir casi minuto a minuto lo que pasaba en el partido, tuvo —y tiene— que ser sustituida por historias, porque hoy en día el lector tiene todo el cuento del encuentro con el vídeo de los goles en su teléfono o en su ordenador. De ahí que al día siguiente ya no le sirva el papel. Ya sabe todo lo que pasó en el campo. Luego habría que contarle otro relato.

Trabajando para El País descubrí a un maestro como Emilio Pérez de Rozas que se adelantó a la tecnología. EPR se preparaba las crónicas. Imaginaba quién iba a ser el protagonista y se buscaba una historia sobre él, o algo relacionado con un detalle que pudiera ser decisivo en el partido. Él llegaba al campo con media crónica escrita y según cómo iba el partido la adaptaba a la perfección. Hacia una novela.

En la prensa deportiva hay muy buenos cronistas, que podrían hacer lo mismo que EPR, porque muchos han sido sus alumnos. Me llama la atención que la mayoría de lectores que sigo por las redes ya se atreven a decir lo que van a publicar las portadas de los periódicos y sus cronistas al día siguiente. En Barcelona ya todo el mundo sabe de qué pie cojea cada periodista. Si el Barça gana es gracias a Messi, y en algún caso a Ter Stegen; si el Barça pierde la víctima de los disparos es Valverde, y casi siempre Arturo Vidal. Y generalmente hay un argumento único para los casos en los que el Barça no juega bien: la comparación con el pasado abunda, al mismo tiempo que resuena la canción redundante de que este equipo no tiene ADN. Son crónicas anunciadas que hoy ya no tienen interés alguno, y que son muy fáciles de escribir. Ya están hechas.