Catalunya como país está en una encrucijada. Y todo su entorno está nervioso. El Barça, como club siempre ha vivido bajo presión, y los sentimientos de frustración afloran cuando las victorias no llegan como desea el aficionado. El Barça ya no solo tiene la obligación de ganar siempre, sino que además debe ofrecer un juego bonito. Pero el ambiente de negatividad que vive Catalunya dentro de la revolución que intentan unos cuantos está arrastrando a todos los ambientes a dar la sensación de que todo es malo. Incluso algo tan nimio como el empate contra el Slavia de Praga.

Acostumbrado a la victoria, el aficionado culé se ha sentado en el diván pensando si ha perdido el amor por ver los partidos de fútbol o simplemente porque ver a este Barça ya no le seduce. Está claro que después de desnudar y hacer el amor con quien más has lo deseas, el termómetro de la pasión baja unos grados y ya nada es como la primera vez. Este Barça, lo tenemos claro, está luchando contra un rival que será difícil de batir como es su propia historia. Imposible doblegar a esa historia reciente.

El Barça se dejó anoche muchas cosas en el Camp Nou en su encuentro contra el Slavia de Praga. Se dejó una victoria que lo habría dejado a un punto de la clasificación a los octavos de final, algo de lo que no dudamos que pasará. Se dejó una racha de marcar goles en su casa, y también dejó más dudas sobre su juego. Sigue líder pero muy pocos creen en él. Podría ser una buena baraja para ir de farol en cualquier juego. Todo es diferente cuando vas de favorito que cuando reconoces tus debilidades. Y hoy en día, y aunque siga de líder, serán muy pocos los que apuesten por el Barcelona. Pero también es verdad que solo la Premier parece estar por encima de la Liga I.