En un momento de su campaña de acoso y derribo a Josep Lluís Núñez, aquel presidente que llegó a sacar pecho por sus números financieros y no precisamente por los títulos del primer equipo de fútbol, Joan Laporta, vestido de “Elefant Blau” llegó a decir: “Eso de buen gestor económico es un mito falso que se ha creado el propio Núñez”. El mismo Laporta unos años más tarde prometió que si llegaba a la presidencia “aixecaré les catifes”, en referencia directa a las alfombras por las que había caminado Joan Gaspart.

El FC Barcelona, en los últimos tiempos, que parecen desconocidos por muchos jóvenes tuiteros, y olvidados por mayores que parecen afectados por el Alzheimer, ha padecido una pandemia muy particular. No hay presidente entrante que no haya hablado mal del saliente. Núñez encontró mal la gestión de Agustí Montal, Laporta halló defectos en los de Núñez y Gaspart, Sandro Rosell descuadró todo el balance económico de Laporta, al que había apoyado decisivamente unos años atrás para alcanzar la presidencia.  Josep María Bartomeu, también directivo en la primera etapa de Joan Laporta, llegó a la presidencia por casualidad la primera vez por renuncia de Rosell, y posteriormente porque lo eligieron de forma rotunda los socios barcelonistas, y hoy toda su gestión económica se desnuda ruinosa.

Cada vez estoy más a favor de clubs gobernados económicamente por señores adinerados. Hemos sabido recientemente que el Newcastle, otro histórico de la Premier, ha sido comprado por un señor árabe llamado Mohammed Bin Salman, que acumula una fortuna superior a los 380 millones de euros. Los grandes clubs, los que hoy son ejemplo de buena gestión, a los que no se les cuestiona, son gobernados por multimillonarios. Ferran Soriano, por ejemplo, otro de los cocos de aquella primera junta de Laporta, no es cuestionado por el jeque del Manchester City. Y si nos vamos más cerca, quién le protesta algo a Florentino Pérez en el Real Madrid. Nadie. Creo en presidentes con nombre y apellidos escritos con el signo del dólar o petrodólar. No en personas buenas, bien intencionadas, que tienen que avalar con su piso o su negocio, y luego acaban siendo vilipendiadas por la masa. Creo, sinceramente, que ya es hora que en el Barça aterrice un jeque.