La Champions, no nos engañemos, pinta mal para el Barça. Apenas ilusiona, como si la afición aguardara otro desenlace cruel en Europa después de un año muy movido que recordó al Barça de décadas pasadas por su enorme capacidad de autodestrucción. El Nápoles, un equipo de medio pelo, muy inferior a la Juventus, parece un rival temible y hasta su presidente, el cinéfilo Aurelio De Laurentiis, se atreve con interpretar el papel de hombre malo en una película que puede ser de terror.

El Barça vive al límite en un verano en el que ni tan siquiera ilusiona el mercado de verano. Su economía no está para inversiones millonarias. Toca ingresar y rebajar la masa salarial. Y Bartomeu, como mínimo, es coherente cuando ensalza la apuesta del club por jóvenes como Riqui Puig, Ansu Fati, Pedri y Trincao, cuatro futbolistas con mucho desparpajo que lo tienen todo para triunfar en el Camp Nou. Alguno encallará, pero les sobre talento. Es preferible jugársela con ellos que equivocarse, otra vez, con futbolistas sobredimensionados que cuestan mucho y rinden poco. Casos como Coutinho y Dembélé son sobradamente conocidos.

Setién ideó un plan atrevido para recibir al Nápoles, pero parece que ha reculado en las últimas horas. Sopesó la opción de jugar con tres centrales, pero todo parece indicar que jugará con cuatro defensas, con Messi de mediapunta y Griezmann y Suárez arriba, con mucha movilidad y moviéndose en espacios reducidos. El modelo, comprensible, no gusta al técnico cántabro, pero Setién no está para tirar cohetes tras encararse con los jefes del vestuario.

El Barça ni tan siquiera parece haber preparado a conciencia la Champions. Cierto que el calendario no ha ayudado. Entre parones y vacaciones, todo es demasiado intermitente, como el fútbol menguante del equipo. Sin cohesión entre líneas y sin profundidad en las bandas, el Barça implora algún milagro de Messi, que ya no es el mismo, como si su fútbol se hubiera humanizado y ralentizado.

Messi ya no desequilibra por velocidad. Clase le sobra, pero tampoco tiene los mejores socios. Porque no es lo mismo combinar con Xavi e Iniesta que hacerlo con Arturo Vidal y De Jong. Y en un fútbol trepidante y tan exigente físicamente como el actual, su pasotismo defensivo y el de Luis Suárez debilitan al equipo. En Nápoles, donde todavía veneran a Maradona, sueñan con una gesta histórica. En el sur de Italia que no les comparen a Leo con Diego. En Argentina, tampoco.

Messi, posiblemente, está ante su última o penúltima oportunidad de hacer algo grande en Europa. Necesitará al mejor Suárez, insustituible a sus 33 años porque nadie atinó en la renovación de una plantilla que lo ganó todo y que vive de las gestas del pasado. Por eso, ilusionarse con Riqui, Ansu, Pedri y Trincao tiene sentido en un club tan volcánico para el Barça que puede arder muy pronto. Solo la Champions puede evitarlo. Y ahora toca jugarla a conciencia. Es un todo o nada que no suele dar buenos réditos al Barça.