Dudas. Muchas dudas e incógnitas sin resolver se ciernen sobre el futuro inmediato del FC Barcelona. La preocupación es evidente entorno al barcelonismo y también vive en una directiva que necesita cambios urgentes, cash disponible y el visto bueno del intocable: Leo Messi. 

La eliminación en Champions League a merced del Liverpool es una herida que durará eternamente. Llovió sobre mojado en Anfield con el precedente de Roma y solo el tiempo y otra orejona pueden curar el dolor que sienten los culés. Quizás ni así. La realidad es dura de aceptar para los aficionados del Barça, pero en el Camp Nou hace falta una transformación que está más cercana a un viaje al pasado que a una revolución, como ocurrirá en el Santiago Bernabéu. 

Todos han quedado señalados, a excepción del capitán, que pese a no tener su mejor noche el pasado martes, no necesita redimirse de sus pecados ante un club que le debe casi lo mismo que él le debe a éste. Fue la gota que colmó el vaso y que, sin entrar en demagogias ni discursos precipitados, invita a una reflexión profunda en la que no pueden entrar los sentimentalismos, mal que nos pese. 

Las despedidas

El Barça ha dominado y domina con holgura la Liga y, de momento, la Copa del Rey, pero Europa es la asignatura pendiente. Las tres Champions consecutivas del Real Madrid han provocado una urgencia innegable en la capital catalana por recortar distancias ante el eterno rival. 

Ese rival que no ha tenido piedad en despedir por la puerta de atrás a leyendas como Casillas, Raúl, Guti o Cristiano Ronaldo y que volverá a repetirlo este verano con figuras como Modric o Navas. En el Camp Nou estamos acostumbrados al buen trato desde hace años. A las despedidas de Xavi e Iniesta con un estadio a rebosar que agradece a sus iconos la dedicación y el amor por el escudo. Y en esa tesitura me gustaría que se movieran figuras como Rakitic, que apunta que abandonará el club este verano, u otros que se sabe que lo harán como Busquets, Piqué o Messi cuando llegue el día.

Desafortunadamente, debemos empezar a entender que esas despedidas son solo para unos pocos elegidos y que aunque duelan, son necesarias. Un fin de ciclo. El equipo necesita recuperar ese estilo que dominó Europa. La directiva ha apostado por ello. Fichajes como De Jong o el casi cerrado De Ligt apuntan a que se retoma esa dirección, pero la falta de presencia de la cantera en el primer equipo desanima a una afición que ama a La Masia.

El Barça que viene genera dudas. Dudas porque no se conoce en qué dirección apunta exactamente. La primera es la continuidad de Ernesto Valverde. El Txingurri mantiene, aparentemente, intacta la confianza de la directiva --que tampoco se escapa del escarmiento público-- y de un vestuario se siente a gusto bajo su gestión. La limpieza señala hasta diez jugadores que podrían dejar su hueco a las nuevas incorporaciones. Nuevas caras y nueva ambición que girarán entorno al de siempre: Messi. 

Por el bien del colectivo

Con el doblete todavía al alcance, una vez concluya la temporada será momento de reflexionar. El fútbol es un juego de equipo lleno de egos que a veces no permiten vislumbrar la realidad. Entender que ha llegado el fin de un ciclo es difícil para todos, pero los jugadores deben ser los primeros que den un paso al lado. Empujan con fuerza futbolistas como Arthur, Riqui Puig, Aleñá, De Jong o Todibo a los que merman las oportunidades por una cuestión de jerarquías. 

Jerarquías necesarias en un vestuario, pero que en el caso de algunos ha llegado el momento de poner fin a su periplo azulgrana. Suárez, Coutinho, Rakitic, e incluso me aventuraría a decir Busquets, deben asumir el cambio de ciclo. Quizás no para salir, pero si para sentarse. Duele y es difícil escribir sus nombres en una lista que ojalá no existiera, pero no se puede vivir de glorias pasadas.

¿Es necesaria la limpieza?

El resultadismo ha tapado las carencias de un equipo acostumbrado a ganar y que siempre puede recurri a Messi, el omnipresente. El argentino no puede tirar del carro solo, sino que necesita una primera línea de caballería que le ayude a ser más rápido y a aligerar el peso. Algunos han cabado su propia tumba. Otros no responden a las expectativas y se ha acabado el tiempo. La esperanza es lo último que se pierde, pero ha llegado la hora. La experiencia debe caer a un lado para dar paso al fútbol de siempre --ahora desaparecido-- con caras nuevas. Son cuatro años sin Champions, cuatro años de hazme reír, pese a que la de Anfield haga olvidar el resto de eliminatorias.

La transformación debe llegar. El fútbol es aquí y ahora. El resto una ilusión, como las viejas glorias.