Albert Soler entró en el FC Barcelona en 2014 y hasta la llegada de Jan Laporta, que lo destituyó, formó parte del ala dura de la presidencia de Josep Maria Bartomeu, más allá de representar un cargo institucional u otro, como el de director de las secciones profesionales del Barça en los últimos tiempos. Estuvo al corriente del Barçagate y le fue fidel a Bartomeu. Aunque, todos sabemos su sintonía con los socialistas y, por eso, pese a todo, el PSOE lo vuelve a rescatar para darle, ahora, el nuevo cargo de Director General del Consejo Superior de Deportes, CSD. Un cargo que ya ostentó de 2008 a 2011, durante la presidencia de Jaime Lissavetzky. E, incluso, hizo de secretario de Estado en funciones durante el medio año que duró la carrera electoral de Lissavetzkty en las elecciones madrileñas. Como decía mi abuela, y no descubro ningún refrán nuevo, hay algunos que siempre caen de pie. Pero de su nombramiento, primera conclusión: que nadie nunca más me vuelva a decir que el fútbol no es política. Y segundo: a partir de aquí, ¿qué? ¿Estarán premiados todos los que han llevado el club a la ruina? Porque en esta lista todavía quedan unos cuantos.

Quiero recordar que por todo ello están dentro de un caso que lo lleva la justicia, donde el empresario y fundador de Mediapro se ha presentado como acusación particular, pero parece que urge más recolocarlos y aquí paz y después gloria, que ir hasta el fondo de la cuestión. Ya lo dicen, las noticias no son efímeras y lo que hoy parece un escándalo, mañana nadie ni se acuerda. Estaría bien, entre tanto, que el papel de los periodistas no cayese y fuéramos recordando el esperpento que puede suponer si todo acaba en nada y, encima, salen airosos.