Desde hace unas semanas hay muchísima agitación en los despachos de las instalaciones de la Ciutat Esportiva Joan Gamper, donde se cuecen los fichajes a fuego lento. De hecho, hay algunos que ya están cocinados y a punto de poner sobre la mesa. Por lo menos, dos platos están ya servidos para que pueda degustarlos Xavi Hernández a partir del próximo verano. El problema es que uno de esos platos empieza a tener un sabor amargo, que podría acabar directamente en el cubo de la basura; en el peor de los casos. Su nombre es Andreas Christensen y más de uno en el club blaugrana empieza a darse golpes en la cabeza ante la posibilidad de tener en frente al nuevo Dmytro Chygrynskiy, aquel jugador ucraniano por el que suspiraba Pep Guardiola, fichado a golpe de talonario del Shakhtar Donetsk en verano de 2009 y que resultó ser una absoluta decepción, fracasando estrepitosamente.

Christensen al menos aterriza en el Barça a coste cero al finalizar su contrato con el Chelsea. Este danés, de 25 años, tenía todos los condicionantes que buscaba la secretaría técnica para reforzar la defensa: poderoso físicamente, de alta envergadura, se maneja bien con los pies, no es lento y tiene experiencia en grandes partidos. Una carta de presentación prometedora a priori. Sin embargo, sus últimas actuaciones están dejando un poso de honda preocupación en el club. Tanto en la eliminatoria de cuartos de Champions ante el Real Madrid como posteriormente en el partido ante el Arsenal, su rendimiento fue tan decepcionante que acabó siendo sustituido por Thomas Tuchel en el descanso.

El temor real que empieza a cundir entre los técnicos es que Christensen sea un jugador mentalmente inconsistente, que no soporte la presión de llevar la camiseta del Barcelona. Revivir un caso similar al de Chygrynskiy, hablando en plata, un jugador que se bloqueó desde el primer día y no pudo nunca rendir a su máximo nivel.

Ahora mismo hay cierta inquietud en el club por el futuro rendimiento del internacional danés, que ha de ser una alternativa a la pareja teóricamente titular, Gerard Piqué y Ronald Araujo. Además, la filtración de las cifras que cobrará el jugador, en torno a unos 5,5 millones de euros, han causado cierto malestar en el vestuario, y más concretamente en los jugadores que están negociando su renovación y ven cómo el club les escatima dinero con la excusa de que las arcas están vacías.

El problema es que el Barcelona ya no se puede echar atrás, ya que tiene el contrato firmado y rubricado para las próximas tres temporadas. Si pudiese desdecirse, seguramente más de uno en el club lo haría, sobre todo viendo el rendimiento espectacular de su compañero en la zaga del Chelsea, el alemán Antonio Rudiger, que también acaba contrato. De hecho, Mateu Alemany y Jordi Cruyff se reunieron con su agente hace tres semanas para conocer la situación del central, aunque viendo la demanda salarial del defensa, cercana a los 10 millones de euros netos por temporada, se tuvieron que echar para atrás.

Veremos al final si Christensen es capaz de espantar los fantasmas que le señalan como un jugador de mentalidad frágil. Si no es así, su recorrido por el club blaugrana se avecina tan corto como problemático.