Llegó el día. El Camp Nou será el escenario de uno de los clásicos más calientes que se recuerdan, y no precisamente por lo que hay en juego, que también. El Tsunami Democràtic ha tenido tiempo para armarse después del aplazamiento de la fecha original, por el riesgo de que los disturbios derivados de la sentencia del procés afectaran al partido.

Ya no hay vuelta atrás. Se refuerza la policía por si acaso. Los dos equipos partirán juntos hacia el estadio por si acaso. Y Quim Torra ha supervisado el plan de seguridad en una reunión con cinco consellers. ¡Todos a cubierto! Si partimos de la base de que el president apoya a esta gente tan “comprometida”, y de que tiene amigos y familiares metidos en los CDR (mujer, hijos, sobrinos), ¿qué puede salir mal? Supongo que no les filtrará nada, aunque algo me dice que supongo mal.

Por si fuera poco, habló Joan Laporta. El que faltaba. El expresidente azulgrana, como no podía ser de otro modo, apoya al Tsunami y exige al Barça que haga lo propio, porque esta bona gent solo quiere hablar y resolver con la palabra “la situación de excepcionalidad y recorte de derechos y libertades que está sufriendo Cataluña”.

No contento con eso, insinúa que “si se produce alguna situación no deseable, la culpa recaerá en las personas que decidieron aplazar este partido”. Porque esa decisión fue “una provocación y un insulto a la manera de ser y de hacer de los catalanes”. ¡Qué manía con meternos a todos en su saco! Y yo me pregunto, Jan: ¿si ocurre algo “no deseable” no será responsabilidad del Tsunami? ¿O ya das por hecho que habrá ball de bastons “represivo” en defensa de la convivencia y de quienes solo quieren disfrutar de un espectáculo deportivo? Ojalá no pase nada. Y que gane el Barça.