Uno de los títulares más utilizados por el periodismo deportivo al final de una asamblea de compromisarios ha sido el de “balsa de aceite”. Con ello se daba a entender que la junta directiva había dirigido con éxito la reunión ya que había logrado que los asistentes aprobaran sin rechistar todas las propuestas planteadas. La última asamblea del Barça, sin embargo, no fue así. Que se recuerde es la primera en la historia que ha sido suspendida y no por orden de la policía o la justicia. La suspendió el propio presidente, Joan Laporta, porque faltaban 17 minutos para el comienzo del Barça-Valencia y había que estar con el equipo en el Camp Nou. Faltaban por aprobarse los puntos más importantes y cuando el ambiente empezó a crisparse y se levantaron algunas voces dudando de votar la petición de un crédito que endeudará al club hasta más allá del 2030, el presidente se dio cuenta de que aquello no iba por buen camino. Prefirió dar marcha atrás, interrumpir y suspender antes que continuar con una situación que cada vez era más embarazosa.

La verdad es que resulta por lo menos sorprendente que la asamblea más importante del club tenga que ser suspendida por falta de tiempo. Sobre todo porque Laporta no es un novato en estas lindes. Presidió muchas reuniones durante los siete años que estuvo al frente del Barça en su primera época de presidente. Muchos de sus directivos y ejecutivos tuvieron tiempo para prepararla e incluso dieron la impresión de tenerlo todo bien atado. Pero no. La sensación es que lo del domingo pasado fue un entrenamiento, descubrió las cartas peligrosas dentro del auditorio y el este sábado abrazará, besará y concluirá con éxito lo que el domingo tiró para atrás. Ha rectificado con el Espai Barça debido a las presiones, pero aprobará sin problemas la reforma estatutaria con el artículo 67 como principal punto caliente.