Por un momento el partido ante el Mallorca me pareció estar viendo un entrenamiento en una de esas pequeñas ciudades holandesas a las que Johan Cruyff llevaba al Barça para preparar la temporada. Programaba partidos contra equipos inferiores y aquellos jugadores de entonces aprovechaban la ocasión y no paraban de marcar goles. Ante el Mallorca, Quique Setién podía haber estado sentado encima de un balón, como lo hacía Cruyff mientras Ángel Vilda corría con la plantilla y Charly Rexach se sentaba al lado del holandés y hablaba con los pocos periodistas que entonces cubrían la pretemporada. Cruyff siempre tuvo la idea de resolver los partidos lo más rápido que se pudiera. Para él no era necesario agotar los noventa minutos para conseguir la victoria. El objetivo era ahorrar fuerzas.

El Barça de Quique Setién está más obligado que aquel de Cruyff a definir los partidos por la vía del nocaut. Quedan diez finales de Liga y cada una de ellas se juega con apenas tiempo para la recuperación a la que estaban acostumbrados los jugadores. El martes ya estará el Leganés en el Camp Nou, y el viernes hay partido duro contra el Sevilla en el Sánchez Pizjuán. Jugar siempre antes que el Real Madrid era un aspecto del calendario al que tampoco era ajeno Cruyff. En realidad, no importa lo que hagan los perseguidores. El desafío inmediato del Barça no es otro que ganar y ganar. Y urge que esas victorias lleguen por la vía rápida para evitar un mayor desgaste.

En Mallorca, el equipo demostró su superioridad. De haber tenido más velocidad en las jugadas y una mayor efectividad la victoria habría sido mucho más cómoda. Pero se entiende por el parón que provocó la pandemia. El 0-4 refleja claramente que el campeón está para competir a la altura deseada. No obstante habrá que medir su auténtica valía ante rivales más fuertes. Mientras tanto seguiremos pensando que esta competición, sin la presión del público, es otra cosa. Es lo más parecido a un entrenamiento.