La campaña orquestada contra Ernesto Valverde ha sido cruel y hasta violenta. La defensa que hizo Messi del entrenador mucho antes de la eliminación de la Champions y la renovación de su contrato encendieron una cruzada que es de esperar se prolongue hasta que el objetivo sea derribado y quemado. Si Josep Maria Bartomeu toma la decisión de rescindir el contrato de Valverde el fuego de la hoguera salpicará al presidente, al que las llamas dejarán peor que la catedral de Notre Dame. Pedirán su cabeza por haberlo renovado y por reiteradamente manifestar su confianza en el técnico. O sea, Bartomeu no va a despedir a Valverde.

El segundo caso que se podría presentar es que Valverde, ante la balacera que está recibiendo, diga que no aguanta más y que deja el cargo. Mi estimado Ricard Torquemada, al que guardo un respeto y considero uno de los mejores analistas de esta profesión y otro profesional que debería recibir un Doctor Honoris Causa, razonó después de la derrota en la Copa una frase que me llamó la atención: “Si la directiva quiere seguir gestionando la inercia, el mejor es Valverde”, dijo. En este caso la inercia, entiendo yo, es ganar la Liga cada año. Y también percibo que la referencia está dirigida a no hacer nada, a no mover ficha, y a seguir con lo que se tiene. ¡Pero que no estamos tan mal!, que diría aquel presidente del pasado. ¿O es que seguimos hablando del ADN y del estilo, y de Xavi, y de Iniesta? Pero en el fondo hay quien está dejando entender que Valverde es un juguete de los jugadores. Les diré una cosa. No me lo creo.

Lo único que no me ha gustado nunca de Valverde es su cara agria, de pocos amigos, de estar amargado, que no se emociona nunca, pero a él no hay que juzgarlo por eso sino por los títulos conseguidos y por lo que solo se juzga en Barcelona, el ADN y el estilo. Pero carácter le sobra.

Seguramente esos aficionados anti-Valverde estarían encantados con la vuelta de Pep Guardiola, pero ya sabemos que para que eso suceda Joan Laporta tendría que ganar unas elecciones, y para que eso ocurra los que quieren que vuelva tienen que convencer a los que no lo votan nunca que lo voten. Difícil. Les toca esperar, queridos.

Pero no es una cuestión de valentía. Es problema de ser sensatos. Cualquier entrenador que venga será vilipendiado por los antitodo y arrastrado al lodo porque ninguno de ellos jamás será aceptado y comprendido como Pep Guardiola. Esa es la cruz de Valverde y del que venga.