La sucesión de Leo Messi es una cuestión de estado en el Camp Nou. Muchos nombres han sonado a lo largo de los años pero muy pocos, prácticamente ninguno, han logrado postularse como una alternativa real para prolongar el legado del ‘10’ en el FC Barcelona. El que más cerca estuvo de asumir ese rol fue Neymar, pero la impaciencia y el dinero revelaron que no era el escogido. 

Dembelé, por supuesto, está a años luz de acercarse a lo que Messi ha hecho. Obviamente, jamás será comparable al astro argentino en cuanto lo que ha logrado representar para la entidad catalana, algo que tan solo podría estar al alcance de un perfil como el de Ansu Fati, pero que es a todos los efectos imposible por una mera cuestión de historia.

Jugadores como Leo salen cada decenas y decenas de generaciones. Si acaso Pelé, Maradona y Cruyff son los únicos elegidos que aguantan una comparación con el astro argentino y solo el brasileño se le asemeja en cuanto a lo que representó para un solo club, el Santos. Pero más allá de ese simbolismo, de lo que se trata ahora en el Barça es de encontrar un heredero.

Por mucho que se ha buscado, la realidad a día de hoy es que no lo hay. No habrá un nuevo Messi, como tampoco hay otro Xavi, ni otro Iniesta. Pero también es cierto que, salvando cientos de diferencias, el único que por ahora demuestra esa chispa en Barcelona es Dembelé.

Si bien el galo es un desastre en cuanto a organización, responsabilidad y forma de vida, posee una gran virtud: esa anarquía de su día a día, llamémoslo una mezcla de impulsividad e intuición, se traslada también al terreno de juego. Eso quiere decir que cuando se siente inspirado es capaz de hacer auténticas locuras. Barbaridades mágicas tan solo al alcance de Messi.

En Leganés ninguno de los dos brilló, pero sin hacerlo ambos dejaron leves destellos de su enorme talento, de lo único salvable en Butarque. Messi se dedicó a botar balones en faltas y corners a las cabezas de Luis Suárez y Piqué. Así llegó el primer gol. Dembelé fue el único que logró acercarse al 10 con sus pases. Primero, con un centro sensacional para Suárez, cuyo remate salvó Cuéllar de milagro. Luego, con el córner que a la postre terminó en el gol de Arturo Vidal.

También alucinó a todos en uno de los últimos entrenamientos con una jugada de genio en que se zafó de varios jugadores del primer equipo para marcar un golazo. Una acción que sería imposible para otros jugadores como Luis Suárez o Griezmann y que tan solo fenómenos a la altura de Neymar, el que antes estaba llamado a suceder a Messi, o tal vez Ansu Fati en un futuro –hay que ser prudentes con el joven de 16 años– podrían realizar.

Pese a todos sus desórdenes, Dembelé es ahora mismo el único crack del Barça capaz de ofrecer nuevas dosis de magia. Es de los que tiene una conexión especial con el Camp Nou pese a su desafortunado periplo de blaugrana. Y es la niña de los ojos de Bartomeu. Nunca será Leo pero, a día de hoy, Ousmane es el único con el talento suficiente como para poder construir un proyecto de futuro a su alrededor. Eso sí, antes debe amueblar su cabeza.