Sandro Rosell nunca ha sido una persona introvertida, de esas que saben delante de quién hay que morderse la lengua. Nunca se cuidó de eso. Siempre le dio igual efectuar un comentario sobre alguien delante de alguien que sabía que era un correveidile. Quizás por eso siempre lo he considerado una persona transparente. Y lo admiro. Seguramente ha sido soberbio, como todo mandamás que ha gozado del poder, pero lo ha sido con quién tenía que serlo, igual que ha mostrado su humildad y generosidad con quién le ha tratado igual o ha visto que lo necesitaba.

Jordi Évole y todo su equipo de producción consiguieron este domingo, en una entrevista sensacional para La Sexta, un desnudo más integral que el que Sandro puede mostrar en su libro, que se publicará el próximo 28 de mayo, y en el que narra cómo vivió encerrado en una cárcel más de 600 días cumpliendo una injusta prisión preventiva: “Es el abuso más grave, inhumano, injusto y escandaloso, en materia de prisión preventiva, que se ha cometido en la justicia española a un acusado por un delito que no era de sangre”. Las palabras de Pau Molins, abogado de Rosell, son introducidas con habilidad de cine de gran calidad en la entrevista gracias a la intervención de Júlia Badenes, que también sacó jugó a Marta Pineda –esposa del protagonista- y a Joan Besolí, el socio de Rosell que también sufrió la escandalosa prisión preventiva.

Évole encuentra a un Rosell íntimo, algo que seguro aprendió en esa celda de 5m de ancho y 2m de largo en el que cagaba y meaba delante de su compañero. Tras haber perdido dos años de su vida en una cárcel el ex presidente del Barça no maquilló absolutamente nada.

Muy afortunado Évole y su canal de encontrar un personaje al que decir lo políticamente correcto parece no pertenecer a su vocabulario, y le dejó titulares para todos los gustos: “Me mal acostumbré a la cárcel”, "Los presos acaban siendo tu familia”, “Hice amistad con uno que había matado a su mujer”, “Si hubiera pactado, habiendo mentido, ahora sería un delincuente”. Y habló de votar “sí” a la independencia de Catalunya, de ser un hombre con ego, del bañador que le regaló Jordi Pujol Jr., de encontrarse a Jordi Cuixart “contando pájaros” en el patio de la cárcel, de sus amigos colombianos, esos que le enseñaron el significado de “sapo” en su país.

¡Felicidades Jordi Évole! Y usted señor Sandro Rosell siempre tendrá mi admiración, porque como José Mújica, ex tupamaro y luego presidente de Uruguay, usted ha resistido a esos dos años sin vida, usted disciplinó su cabeza, usted peleó con la locura y seguro que también aprendió que si en esta vida no hay un triunfo definitivo, tampoco hay una derrota definitiva.