El Barça no parece el Barça. Ni juega bien ni es fiable. Como si fuera víctima de un extraño virus, el equipo mengua cuando juega en campo contrario. Ya sea en Bilbao, en Pamplona o en Dortmund. No digamos en Roma o Liverpool. A mayor atrevimiento de Valverde con las últimas alineaciones, más aburrido es el fútbol del Barça, demasiado previsible y sin chispa en ataque, vulnerable en defensa. Discontinuo.

Valverde, hasta ahora un técnico de lo más pragmático, ha hecho autocrítica. Ya no politiquea con las alineaciones. Ahora juega quien realmente cree que se lo merece. También insiste en la presión alta para abortar las contras rivales, pero hay algunas piezas que no acaban de ajustarse. Algunas o muchas.

Griezmann todavía no sabe si jugará por la derecha, por el centro o por la izquierda, Luis Suárez sigue sin dar pie con bola en Europa y Messi todavía está muy lejos de su mejor forma. Al astro argentino se le ve más triste, como si toda la fiesta se hubiera terminado en Ibiza, y ya se sabe que la tristeza de Leo es contagiosa y muy peligrosa. Dembelé, el cuarto magnífico, sigue a la suya, recuperándose de otra lesión muscular.

En la zona de creación, Sergio Busquets alterna un partido bueno con otro malo y Rakitic deberá conformarse con ser un actor muy secundario. De Jong apunta buenas maneras y Arthur tiene mucha más clase que oxígeno. Si los partidos duraran una hora, el brasileño sería un crack.

En la defensa, el panorama también es desolador. La distancia entre titulares y suplentes es enorme. La lesión de Alba pondrá a prueba a Junior a la espera de que Semedo se centre de una vez. El portugués, un portento físico, apunta alto pero falla siempre con el tiro. Declararlo intransferible en verano fue, tal vez, una temeridad. Lenglet y sobre todo Piqué todavía están lejos de su mejor nivel.

Con la excepción de la espectacular irrupción de Ansu Fati, Ter Stegen, el muro alemán, es el único que cumple con su trabajo. Mal asunto cuando el mejor futbolista es el portero.

El Barça, poco motivado en la Liga y atormentado en Europa, sigue sin enchufarse. Parece un equipo sin alma. Desmotivado. Empanado. El equipo espera a Messi. El día que falle su barita mágica, habrá jaleo en el Camp Nou. Al tiempo.