Victoria sobre el Inter de Miami, también triunfo con mejor sabor sobre el Madrid con golazo espectacular de uno de los nuevos (Raphinha). El presidente Joan Laporta sigue sacando pecho porque extrae dinero debajo de las piedras, y hasta quiere hacer las paces con Leo Messi. “¡Esto marcha! ¡Ja tenim equip!”, me gritan a coro Jordi y Sergi, los que mandan en El Marino, uno de esos restaurantes por los que todo aquel que pase por Cambrils no debe dejar de visitar. Es una verdad que la afición del Barça comienza a recuperar la ilusión.

Y ya sabemos que la ilusión no se come, pero alimenta, que escribiría García Márquez en “El coronel no tiene quien le escriba”. Sin duda, ha creado muchas esperanzas el fichaje de Lewandowski, ver que Kessié es un gigante que impone en el centro del campo y que Raphinha puede ser diabólico para las mejores de las defensas. Del resto de la plantilla sabemos que Pedri es un crack, Ansu siempre encuentra el gol, y Gavi ha dejado de ser una promesa para convertirse en un jugador de peso en el equipo.

Lo que llama la atención es ese mobbing al que es sometido Frenkie de Jong. Muchos medios aseguran que el Barça necesita traspasarlo para poder nivelar las cuentas que permitan inscribir a los nuevos. El propio presidente niega que exista la necesidad de desprenderse de un jugador joven y de la calidad del holandés. Pero esta es la primera vez que reparo en que, bajo un gobierno de Laporta, se trata mal a un holandés. Lo peor es que el propio De Jong ha comentado en la intimidad que lo que más le ha dolido es que su compatriota, Jordi Cruyff, fuera el encargado de decirle que aceptara el traspaso al Manchester United porque ya estaba decidido que no iría a la gira del equipo por Estados Unidos.

Al final se subió al avión y ha jugado de central, un puesto para el que no fue contratado pero en el que está cumpliendo con creces. Puede que solo sea un problema de cuadrar los números económicos, pero algo me dice que a Frenkie le están pasando la factura de aquella vez que hizo autocrítica y de paso contradijo al presidente, que en su discurso alentador tras una derrota con el Madrid dijo que los jugadores deberían sentirse orgullosos. De Jong respondió que cuando se pierde contra el Madrid hay que estar decepcionados, nunca orgullosos. Y ya sabemos que Joan Laporta no olvida.