El Barça de las dos caras ha vuelto. En realidad no se fue. Lleva ya mucho tiempo instaurado en el Camp Nou. Demasiadas noches negras en Europa (7) durante los últimos cinco años. La montaña rusa de Ronald Koeman sigue pegando sustos, descontrolada... y cuánto más se infla la burbuja, más gorda es la explosión. Cuánto mayores son las expectativas, mayor es el golpe. La ilusión del barcelonista se ha puesto carísima. 

El debate que abunda en las tertulias propone dos argumentos para explicar esta mala dinámica: el problema futbolístico y el problema mental. Obviamente, ambas cosas juegan su papel. Pero curiosamente ante el París SG volvimos a ver ese Barça displicente, alicaido, obtuso, que cuando van mal dadas baja los brazos y pierde la actitud. Y el jugador que encarna ese desánimo de forma más evidente es Leo Messi

Decía Jordi Alba en rueda de prensa durante la previa de Champions que Messi hace mejores a todos sus compañeros. El lateral izquierdo enfatizaba especialmente el mensaje para dirigirlo hacia su propia persona: "Yo soy mejor cuando Leo está en el campo". Y tiene razón, pero solo en parte. Messi los hace mejores a todos cuando se pone en modo jugón, con la motivación activada y el guapo subido (dígase confianza o autoestima). Sin embargo, el día que se cruza, agacha la cabeza y deja de correr, también genera ese efecto contagioso, pero a la inversa. 

Cuando el líder del equipo está fuera, sin actitud y hundido o es víctima de la impotencia, lo transmite a sus compañeros. Si él no tira del carro, ¿quién debe hacerlo? Y por desgracia, el carácter de Leo Messi es muy dado a mostrar esa cara negativa cuando van mal dadas. Hasta el punto de que puede ser testigo de cómo De Jong o Trincao son capaces de romper todas las líneas del PSG a la espera de que un compañero les apoye y quedarse parado mirando, del todo impasible. 

Messi no es el responsable de la derrota contra el PSG. Cómo tampoco fue el culpable de las noches negras de Roma, Liverpool o Lisboa. Sin embargo, cuando el astro argentino baja la cabeza es el peor remedio posible para construir una remontada. Y sirva de recuerdo que fue Neymar quien lideró aquella noche histórica contra, precisamente, el PSG en 2017 (6-1) y que hace solo dos semanas, contra el Granada, fue el criticado Griezmann el que encarriló con goles y asistencias la remontada para alcanzar las semifinales de la Copa