El Barça es un club científico: en ocasiones, desarrolla jugadas de laboratorio, y es uno de los que más sufren el temido virus FIFA, la plaga de lesiones de los jugadores cuando se marchan a jugar con sus respectivas selecciones. El míster a menudo debe buscar antídotos para contrarrestar a los rivales, e ir con cuidado, porque los experimentos con gaseosa terminan en fracaso absoluto.

Pero el Barça, a veces, incluso, se acerca a la ciencia ficción. Basta con ponerse unas cuantas jugadas de Messi o ver los escándalos que se montan alrededor de la entidad para comprobarlo. El último de ellos es la supuesta trama dirigida a desprestigiar a rivales electorales, jugadores y hasta políticos en redes sociales. El acoso y derribo contra Josep Maria Bartomeu y su junta ha comenzado. El mandato expira en 2021.

¡Qué rápido se han alzado los medios independentistas contra Bartomeu! Ya solo por ello hay que sospechar. Cabe recordar que el separatismo más radical persigue ahora la colonización del palco del Camp Nou. ¿Que es muy grave si ello ha ocurrido? Sí, pero prevalece la presunción de inocencia. ¿Que hay cosas raras? Sí. Pero tanto a favor como en contra de este supuesto desprestigio voluntario a mayor gloria del presidente.

Sin ir más lejos, los ejemplos que circulan por las redes sociales de esta supuesta campaña orquestada desde el club no muestran nada que no pueda decir cualquier medio sensacionalista subvencionado: titulares llamativos, montajes de medio pelo y poco más. Además, son cutres, sin gracia, con pocos seguidores y con menos interacciones. ¿Puede una página muerta, que nadie conoce y a la que solo se llega por casualidad en el mejor de los casos, cambiar el estado de opinión del soci? No recuerdo tanto bombo con los escándalos de la era Laporta. Claro; en aquella época la pelota entraba con más facilidad.

Lo que queda claro es que las redes sociales las carga el diablo. Es un mundo irreal, con usuarios falsos y otros, que se dedican a enturbiar el ambiente desde el anonimato; se compran seguidores; se vende una vida ideal a través de una fotografía retocada; y, en muchos casos, ni siquiera los propietarios gestionan sus perfiles. Así le va al periodismo deportivo, donde un tuit es lo más noticioso del momento.