Tal como está el patio que hasta los científicos han llegado a la conclusión que el virus más contagioso es el miedo, vamos a analizar la última victoria del Barça como si estuviéramos vacunados.

En ese triunfo laborioso, que no sufrido, los detalles positivos superaron a los adversos. Desde la elegante y sublime caricia del pie izquierdo de Antoine Griezmann para convertir en gol una preciosa asistencia –otra más- de Leo Messi y poner al Barça por delante en el marcador ante un durísimo rival, pasando por la extraordinaria jugada del segundo tanto que finalizó Sergi Roberto que supuso su estreno en la temporada con un gol que acabó siendo el de la victoria.

En ese monólogo positivo uno recuerda el extraordinario cabezazo de Messi que malogró el portero del Getafe, pero que parecía que iba a convertirse en una bella repetición de aquel gol del mejor jugador del mundo en Roma para conquistar la tercera Champions ante el Manchester United. Sigo buscando de forma desordenada más jugadas a destacar y encuentro el remate frontal que Griezmann envió a las nubes, igual que la poca convicción que tuvo Messi ante la posibilidad de estar en fuera de juego en un balón de gol que quiso elevar sobre la cabeza de David Soria y que el portero atajó fácilmente.

No dudo en ningún momento en alabar el gol visitante ni tampoco la prodigiosa mano derecha de Ter Stegen para evitar un segundo tanto del Getafe cuando parecía que ese balón estaba más dentro que fuera. Pero tiene el culé muchas más razones para disfrutar que para sentirse defraudado. Puede que ver el balón en su área lo ponga al borde de un ataque de nervios, pero teniendo en cuenta la calidad de los defensores no creo que tenga razones para sufrir, como más de uno ha comentado. Su equipo venció. Marcó dos goles y creó un montón de oportunidades. “Ya entrarán”, decía Johan Cruyff.