Un central y un delantero centro. Eric García y Depay. Ronald Koeman persiste en las dos piezas que, como mínimo, le faltan al Barça. De defensas va muy justo, con un Araujo que apunta buenas maneras pero no es un valor seguro y Umtiti que ni está ni se le espera. De delanteros, en cambios, va sobrado. El problema es que algunos perfiles están repetidos. Y, lamentablemente, falta un referente goleador. Un futbolista que las enchufe sin compasión.

Depay no es un killer, peró sí es un delantero polivalente, con buen trato de balón y resolutivo. No es Suárez, ni mucho menos. Pero es mucho más fiable que Braithwaite. mediapuntas, en cambio, hay de todos los tipos y colores. Y, casi todos, de alto  nivel: Messi, Griezmann, Coutinho y Pedri. Los tres primeros ganan un pastón. Con cierto juego de malabares, Koeman podrá encajar a dos. Alguno caerá por el camino y ya se sabe que Messi come aparte.

Messi, tras liarla gorda en agosto, ahora busca la conciliación y proclama su amor incondicional al Barça. Parece que se ha puesto las pilas, aunque de correr, lo justo: dos kilómetros menos que sus compañeros en el estreno contra el Villarreal. Como falso 9 no se encuentra cómodo, pero si retrasa la posición el equipo se resiente de su apatía defensiva. Messi, al margen de los 100 millones de ficha que cuesta, puede ser más problema que solución. Al tiempo, aunque con el argentino nunca se sabe porque talento le sobra.

Koeman tendrá que ingeniarlas para cuadrar tantas piezas. Pero tanto o más le preocupa la fragilidad defensiva del Barça. Intenta atenuar algunas carencias con una presión alta, pero necesita un central corrector que se complemente con Piqué y Lenglet. Eric García es el elegido y en Manchester asumen su marcha. Con Dest, el Barça tendrá más profundidad en la banda derecha, pero falta un puñal por la izquierda. Con Alba no basta, pero sacar a Junior parece una misión imposible.

Más allá de los perfiles que Koeman busca en el mercado, al Barça le falta carácter. Mala leche. Parece un equipo sin sangre, resignado cuando las cosas van mal, sin capacidad de reacción. El holandés lo tenía como futbolista y lo tiene como entrenador. Por fin se han acabado los entrenamientos de mentirijilla y se nota. El Barça, con tiempo, será más competitivo, aunque difícilmente le alcanzará para soñar con la Champions.

Y mientras Koeman intenta poner orden en el vestuario, las tensiones suben de tono en los despachos. El presidente Bartomeu está muy tocado, pendiente de una moción de censura que puede cambiar la historia del Barça si finalmente prospera. Y, no necesariamente, para bien, con tantos egos enfrentados mientras el club se desangra.