El regreso a la normalidad será lento y con muchas restricciones. El fútbol no será una excepción. Hoy cuesta visualizar un partido y no digamos un duelo con espectadores en las gradas. ¿Será posible en 2020 o tendremos que esperar, como mínimo, un año? Demasiadas incógnitas y pocas certezas.

El fútbol es una industria poderosa que mueve mucho dinero. Demasiado, tal vez. Todos los organismos buscan una solución milagrosa para reducir unas pérdidas que serán millonarias. De momento no hay fechas para el regreso a los entrenamientos y, mucho menos, a la competición. Ligas y federaciones trabajan con calendarios alternativos. Todo es humo.

En pleno estado de reclusión, hay asuntos más importantes que el fútbol. Bill Shankly, el carismático entrenador del Liverpool de los años 60 y 70, se equivocó con su frase más célebre: “Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte: es más importante que eso”. Tal vez Jorge Valdano, un entrenador con un discurso más florido, estuvo más acertado cuando proclamó: “El fútbol es la cosa más importante entre las cosas menos importantes”. En el otro bando había muchos intelectuales que calificaban al fútbol como el opio del pueblo.

Hoy, en plena lucha por derrotar al coronavirus, las prioridades de los ciudadanos están claras. Con la salud no se juega; tampoco con el dinero de uno. Los futbolistas viven en otro mundo, recluidos en una burbuja que puede explotar cualquier día. Ahora no toca festejar los goles de tu equipo ni discutir si el Barça debe ser el campeón de esta temporada por los méritos acumulados hasta la suspensión de toda la actividad deportiva. Las filtraciones sobre posibles ventas y fichajes tampoco entusiasman a los aficionados.

En España, el señor Tebas está obcecado con la disputa de las 11 jornadas de Liga que quedan. Su obsesión parece enfermiza y preocupa a los futbolistas. El presidente de la Liga no puede dar un paso en falso. Es comprensible que quiera minimizar las pérdidas, pero no puede olvidar las consecuencias que tuvo la disputa del partido de la Champions entre el Atalanta y el Valencia.

Tebas está preocupado por la tele. Por el dinero de los derechos televisivos de su amigo Roures. Solo le interesa el negocio, no el deporte. Los espectadores le importan tres pepinos. Olvida que el fútbol es del pueblo, de la gente, y un partido con las gradas vacías es como un polvo sin pasión. Alivia pero no satisface, y solo funciona en momentos de máxima necesidad. Eso sí, con todas las precauciones necesarias.