Al Gerard Piqué que ha viajado a esta gira americana nos lo han cambiado. Como si se hubiera introducido en una de las vainas de la mítica película de ciencia ficción La invasión de los ultracuerpos. El Gerard sonriente, bromista, dicharachero, juguetón, protagonista y pletórico ha pasado a uno lacónico, apagado, solitario, taciturno y con pocas ganas de empatizar. De su paso por esta gira sólo ha protagonizado una imagen para el recuerdo: cuando buscó a un niño al final del partido contra la Juventus en Dallas para darle su camiseta. Nada más. Ni tan siquiera ha estado presente en ninguno de los actos que ha protagonizado la plantilla del Barcelona en esta gira, cuando Piqué siempre encabezaba este tipo de eventos, tanto por su interés como empresario como por su proyección mediática.

Ahora, Piqué es una sombra de sí mismo. Desde su separación con Shakira, avanzada por Culemanía en exclusiva mundial, y la confirmación de que el club no tenía muy claro su futuro como futbolista, que su vida ha dado un vuelco, pero en sentido totalmente negativo. Ni está activo en las redes, ni aparece en ningún acto social, ni aprovecha su condición de empresario para patrocinar su imagen…es como si se lo hubiera tragado la tierra.

Quienes conocen a Gerard aseguran que es como un lobo hambriento que está arriba de la colina acechando a sus víctimas y que, más pronto que tarde, aparecerá con una rabia inusitada y dando dentelladas. De hecho, su amigo de toda la vida, Carles Puyol, fue el primero en echarle un cable, mandándole un mensaje de apoyo a través de las redes sociales, consciente que está atravesando un momento delicado.

Pero Piqué necesita algo más que mensajes de apoyo. Necesita la confianza del entrenador, que parece haber perdido en parte, y la de sus compañeros, que aún está por ver cómo se posicionan. La llegada de Jules Koundé le deja en una situación muy difícil, por mucho que en su día anunciara al presidente Joan Laporta que “aunque fiches al mejor central del mundo, acabará siendo suplente”.

Por ahora, esta profecía no sólo no se ha cumplido todavía, sino que en estos amistosos de la gira, y sin la presencia de Koundé, que está en Barcelona, está chupando banquillo día sí y día también.

Habrá que ver cuál será la resolución de este galimatías. Lo que parece claro es que este será el último año de Piqué. Un año, además, en el que tendrá que renunciar a mucho dinero, si quiere entrar dentro de la nueva escala salarial. El problema añadido para el capitán es que, aparte de tener que dar ejemplo al resto de compañeros, ha de gestionar su situación de forma modélica, sobre todo si un día no muy lejano quiere presentarse a la presidencia del FC Barcelona.