Gerard Piqué es un tipo de contrastes. De blanco, o negro. O lo amas con locura, o lo odias a muerte. Una de sus grandes virtudes es que no deja indiferente a nadie.

Aplaudido por los independentistas sin serlo, ha sido maltratado por la España más rancia a pesar de no ser partidario de la escisión de Catalunya. Pidió diálogo, como tantos otros. Pidió poder votar, y fue demonizado. El último ejemplo de ello lo puso el concejal de Vox en Madrid Javier Ortega Smith, que acudió a la presentación de la Copa Davis y no dudó en criticar abiertamente al defensa catalán.

Al día siguiente, Piqué se llevaba una ovación contra pronóstico en Cartagonova durante el Cartagena-Barça solidario. Murcia, una de las comunidades que ayuda a explicar el repudiable auge de Vox, se rindió al capitán del Barça pese a sus proclamas a favor del derecho a decidir. Lo cortés no quita lo valiente.

El central azulgrana dio ejemplo en Cartagena saliendo de titular para representar y lucir con dignidad el brazalete de capitán en un partido del que muchos otros se escaquearon. Sin embargo, el problema de Piqué es que un día lo borda y al día siguiente vuelve a meter la pata. 

Todavía colean sus recientes declaraciones en ‘El País’ asegurando que duerme solo cuatro o cinco horas al día. No es el tiempo de descanso aconsejable para un deportista profesional que debe rendir al máximo y Piqué, en este arranque de curso, no lo está haciendo. Estas palabras lo ponen una vez más en el centro de la diana y obligan al club a priorizar la búsqueda de nuevos fichajes para su posición ya que se hace difícil confiar en un jugador que en estos momentos parece mucho más comprometido con el proyecto de la Copa Davis que con su rendimiento sobre el césped. 

Irreverente y directo como pocos futbolistas ante los medios, el de Sarrià se transforma cuando tiene que vender su nuevo negocio. Mira al suelo y mide sus palabras para lanzar discursos poco convincentes que le hacen perder su encanto personal. Hasta el punto de que él mismo, el siempre desafiante Gerard Piqué, reconoce estar nervioso. No deja de sorprender esta nueva faceta del central, que le humaniza. 

Es lo más normal del mundo que tenga nuevas ambiciones, retos y preocupaciones pero ante todo debe ser honesto con el Barça, que le paga en torno a 20 millones de euros anuales. Es complicado que rinda al máximo nivel mientras gestiona la Copa Davis, coordina la grabación de un documental del Barça, dirige el Andorra, negocia acuerdos paralelos con Rakuten —sponsor principal del Barça y plataforma promotora de la gira y la nueva película de Shakira— y, además, hace de intermediario con Rubiales y Tebas para cerrar acuerdos como el de trasladar la Supercopa de España a Arabia Saudí

Gestos como este último, donde se prioriza el dinero a la ética y la moral que debería aconsejar no ir a jugar a un país antidemocrático que vulnera sistemáticamente derechos humanos y pone a la mujer a la altura de cualquier objeto material, ponen en duda la credibilidad de Piqué. Defensor de la democracia en Catalunya y, al mismo tiempo, cómplice de regímenes autoritarios. 

Gerard, nos tienes confundidos.