Joan Laporta es hábil, ingenioso y si algo sobresale en él es que goza de una virtud innata como la de cautivar al personal. Laporta tiene una sonrisa de conquistador y una labia, que si bien no le sirvió para continuar su carrera política, la ha explotado para convencer al electorado barcelonista por segunda vez utilizando también el aval del romanticismo de una época esplendorosa, que, como la de Sandro Rosell o la de Josep María Bartomeu, tampoco escapó a las tormentas. Pero Laporta es un líder nato. Solo un hombre como él, con esa capacidad de convencimiento y con un optimismo rebosante pudo aglutinar una junta directiva de la que salieron otros dos presidentes, y otros candidatos como Toni Freixa, Marc Ingla y hombres con capacidad dirigente como Ferran Soriano. Algunos de ellos dirían que la lucidez que tuvo en ese momento para convencerles, para inducirles a dirigir un Barça como aquel que salía de las manos de Joan Gaspart fue simplemente fruto de una magia especial.

La misma dosis de alquimia utilizó Laporta para convencer a la masa social del Barça y recuperar la presidencia once años después. Y el mismo hechizo puso en práctica en la Asamblea de compromisarios del domingo pasado. Por la mañana había salido una entrevista en La Vanguardia bajo un título tan perverso como insultante hacia su predecesor: “El club está peor de lo que pensaba”. Pero solo era un sortilegio más. Durante la asamblea no pidió, casi rogó que los compromisarios votaran a favor de esa “pus” que había encontrado. Y lo consiguió. Siempre ha pasado. Los socios del Barça, en su mayoría, son buenas personas. Cuando en junio 2010 dejó el club, con todo y lo esplendorosa que había sido su época, Laporta tampoco había pagado las nóminas de los trabajadores, las fichas de los jugadores, ni la seguridad social, ni las retenciones de IRPF y tenía deuda con muchos proveedores. Tampoco auditó sus cuentas y cuando Rosell las auditó estas tenían muchas salvedades. Era el 2010. Ningún brujo pronosticaba una pandemia. 

Jan Laporta recordó a los compromisarios, a través de un video, lo malo de la anterior directiva, pero habría estado mejor que su vicepresidente económico, Eduard Romeu, con todas las dudas que expuso sobre las cuentas de la anterior directiva, hubiera interpelado a Jordi Moix y no los socios que desconocen el balance económico del club. Pero eso no estaba en el guión. Todo porque el barcelonismo está en esa fase de retorno al pasado brillante, a tiempos mejores, con la máxima dosis de optimismo y fortaleza. Todo por la unidad. Pura magia.