El búnker de la directiva se ha roto. Ahora son ellos los que llaman a los medios de comunicación para dar su propia versión del tema. A algunos, incluso, se les ha negado por parte de periodistas reputados el acceso a ser entrevistados por considerar que los panfletos al dictado no son información ni tampoco periodismo.

Pero es evidente que en los últimos días, quien ha encendido la mecha ha sido el ya no delfín de Bartomeu: Emili Rousaud. Sí, ha generado un incendio pero también es evidente que por el camino ha perdido la credibilidad. No puede salir afirmando que hay alguien que mete mano en la caja cuando ya hace tiempo que asegura saberlo y encima no dar pruebas. Rousaud ha perdido la batalla por el camino pero es evidente que cada uno va a la suya. Y en todo ello, el presidente Josep Maria Bartomeu está en un callejón de difícil salida, pero todavía le queda el poder: el cargo. Bartomeu se siente engañado por quienes tenían que ser sus hombres de confianza y sólo le queda su amigo Sandro Rossell y el CEO Óscar Grau como personas a quien arrimar el codo.

En la lejanía está Jordi Cardoner, el nieto de Nicolau Casaus. Sin relación alguna entre ellos, sabe lo que ha conreado con las peñas y sus simpatías, y por lo tanto, ahora no conviene abrir ninguna guerra más. Así pues, queda buscar un relevo. El expresidente del Girona y de la Federació Catalana de Fútbol, Jordi Roche, parece el candidato idóneo para disputarse la presidencia a Víctor Font. Al tiempo.