Apostar todo a una carta. Estrepitosamente arriesgado. Como si se tratara de una partida de poker. Esa ha sido la estrategia del Real Madrid durante los últimos cinco años. Quince partidos de extremada exigencia física y mental para alzar cuatro Champions en un lustro.

Y con esa idea, fácilmente contagiosa, el Barça puede acabar perdiendo todo, hasta la identidad. Los azulgranas no son ni de cartas, ni apuestas, sino de juego. La apuesta del equipo y el club es firme: Liga, Champions y Copa, respectivamente. Esas son las prioridades, y aunque estamos vivos en todas ellas, las sensaciones que se desprenden del juego azulgrana en las últimas jornadas son más que preocupantes.

El Barça no ha ganado nunca una Copa de Europa sin haber sido un equipo sólido y regular en liga. El juego –y también el acierto— han marcado siempre la consecución de títulos en Can Barça. Un juego que existió en los primeros cuatro meses de temporada, pero que ha perdido nitidez con el paso del tiempo. La desconexión es impropia, pero el fútbol también son dinámicas.

El emparejamiento con el Real Madrid en Copa ha supuesto un cambio de planes importante. Nadie quiere perder contra el eterno rival y menos cuando estás a un paso de una final. La sexta consecutiva. La remontada frente al Sevilla ya supuso un sobre esfuerzo que el sorteo de Copa acabó de rematar cuando puso en el camino de los azulgranas a los blancos.

Pese a los seis puntos de diferencia en Liga respecto al segundo, ahora el Real Madrid, los miedos y los fantasmas vuelven a reaparecer entorno al barcelonismo. Del rival no hay que preocuparse. Que no cunda el pánica. Calma. El Madrid siempre está vivo, pero todo sigue dependiendo de nosotros mismos. La presión es nuestra, pero también suya.

Los bocazas

Muchos achacan el carácter culé al pesimismo que se instauró en las mentes de los aficionados durante los años 80 y 90. Durante años las vitrinas se llenaron de polvo. El Madrid ha mejorado, tiene ganas y la misma flor de siempre. Hasta ahora se daba la liga por ganada, pero no se puede dar nada por hecho. El respeto al rival, a todos, es innegociable y aunque el Barça sea favorito los partidos hay que jugarlos. La Liga sigue dependiendo de Messi y compañía, pero aquellos que mataron al Madrid ya pueden volver a su cueva.

Febrero se antoja como un mes más complicado. Sánchez Pizjuán, Bernabéu por doble partida y Francia son las citas de los azulgranas a destacar. Un golpe sobre la mesa o un abismo infernal.

La Copa nunca se tiró, pero el precio que se ha pagado, sin tan siquiera estar todavía en la final, ha sido demasiado elevado. La baja de Arthur, muy sensible, centra el foco de atención en la medular, mientras la titularidad de Coutinho se tambalea con el regreso de Dembelé.  Por no hablar de la sensación de cansancio que desprende algunos jugadores.

Valverde, por favor, rota. Digan lo que digan, hay jugadores que necesitan descansar. Lo piden a gritos y quizás así estas dudas sean la mala racha que vive cada equipo durante la temporada. Que pase este febrero y el juego vaya in crescendo. Tal y como le ocurre cada año al Madrid, pero salvando las distancias.