La contundente victoria contra el Villarreal (1-4) tampoco fue casual. En el fútbol existe la suerte pero nunca la casualidad. Deben distinguirse bien estos dos conceptos porque son muy diferentes en el terreno de juego. Los jugadores hicieron llegar a la directiva, previo al partido, que le echarían un capote y ganarían el partido. Para ello, decidieron autogestionarse y prescindir de las tácticas y los consejos de un Setién que su dimisión va sonando como música celestial de fondo desde hace unos días. No es la simpatía que tiene la plantilla con el presidente Bartomeu en cuanto a la gestión del club se refiere pero sí disfrutan de una comodidad que gusta. La candidatura continuista de Bartomeu se la juega y es evidente que, desde el poder, tiene un acceso a las vacas sagradas del equipo con las que puede mirar de tratar y convencerlos para frenar un golpe letal.

La Liga todavía se puede ganar. Ahora, los jugadores han puesto la directa. No comparten la filosofía de Setién y detestan a su segundo, Sarabia. Dieron un golpe encima de la mesa porque, a parte de todo lo que tengan y dejen de tener hablado con Bartomeu, decidieron demostrar su gran calidad. No es sólo la victoria, es el cómo la ganaron: firmando el mejor partido de la temporada.