Seguramente, siendo del Barça, hoy lo fácil es quejarnos, llorar y patalear. Recurrir al habitual "el Madrid nos roba" y dar apoyo explícito al entrenador del FC Barcelona, un Ronald Koeman que está demostrando muchas virtudes este año, pero que no sabe perder. Y cuando pierde jugando mejor que el rival, explota de rabia. Pero debería moderse la lengua. Esta vez, la culpa no es del arbitraje. 

Koeman tiene mucha razón en una de sus quejas: Gil Manzano debió añadir más tiempo de prolongación. Cuatro minutos fueron poco teniendo en cuenta las interrupciones por protestas, calentones y sustituciones. Obviamente, el polémico colegiado cometió otros errores de bulto, como la falta cogida con pinzas sobre Vinicius que terminó en el segundo gol del Madrid, obra de Kroos. Sin embargo, reclamar ostensiblemente como hizo frente a Ricardo Sierra (al que dejó irrespetuosamente plantado en la entrevista de Movistar Plus) el supuesto penalti sobre Braithwaite no es procedente. La repetición no da argumentos reales como para señalar pena máxima, pese a la aparatosa caída del delantero danés. 

Al técnico holandés se le da bien desviar la atención con quejas arbitrales, bastante frecuentes cuando considera que la derrota no es merecida, pero la realidad es que Zidane le ganó la partida. El entrenador francés solo tenía una cosa a favor: el estadio. Todo lo demás jugaba en contra del Madrid: las urgencias eran para ellos, por ir dos puntos por detrás del Barça, el cansancio era suyo, las bajas, el tener la cabeza en el partido de Anfield del próximo miércoles... el Barça, más fresco, solo tenía que centrarse en ganar este partido. Y no lo hizo porque lo quiso ganar en seguida. Koeman se equivocó. 

El entrenador del Barça pagó cara la osadía de su planteamiento, aparentemente más comedido al introducir a un central, Ronald Araujo, en lugar de un delantero, Antoine Griezmann. Pero sobre el tapete, el Barça jugó alegremente al ataque y no se resguardó en defensa. Zidane apostó por un planteamiento más conservador, renunció al control del partido y decidió jugar a defender (llegando a poner una línea de cinco defensas) para buscar la contra. Y le salió bien. 

La realidad es que el Madrid generó ocasiones mucho más claras que el Barça. Además de los dos goles, los blancos tuvieron dos palos (como el Barça) y obligaron a lucirse a Ter Stegen. Los de Koeman controlaban el balón, manejaban el ritmo del juego y daban sensación de dominio, pero a la que perdían la pelota se producían demasiados desajustes. Con los goles del Madrid, los azulgranas se lanzaron alocadamente al ataque y permitieron opciones a los blancos para lograr un resultado todavía más abultado. 

Al Barça de Koeman le faltó paciencia. Era un partido de desgaste, de saber esperar, de cansar al rival y darle la estocada en el momento indicado. En cambio, el Madrid quería jugar a marcar pronto para luego defenderse. Y le salió a pedir de boca. El propio Zidane lo reconoció al terminar el choque: "Físicamente estamos al límite. Nos cuesta, nos cuesta acabar los partidos, pero estamos vivos". Era una obviedad que en un partido intenso, el Madrid tenía todas las papeletas de llegar asfixiado al final. A Koeman le faltó saber jugar con el tiempo del encuentro para aprovechar la debilidad del rival llegada la hora. Sobró precipitación; faltó experiencia. Nueva lección, Ronald.