Si hay una generación de jugadores azulgrana a la que ha temido la afición del Real Madrid, es a la que dirigieron Pep Guardiola y Tito Vilanova. Ese equipo nunca sintió el llamado “miedo escénico” del Santiago Bernabéu. Todo lo contrario. Jugaba como si estuviera en el Camp Nou. Nada de nervios y siempre enfocado en lograr una victoria holgada.

Cuantos más goles, mejor. Y, por supuesto, que hay nombres de aquel equipo por los que muchos aficionados españoles sienten respeto y admiración. Uno de ellos es Xavi. En su época de jugador ese Barça jugaba como quería Xavi, entonces cerebro en el terreno de juego. Sin miedo alguno.  

De la misma forma se plantó el equipo de Xavi, hoy entrenador, este domingo en el Bernabéu. Sin temor alguno a ser presa de un Madrid que hacía unos pocos días había vivido el éxtasis de eliminar al PSG. Fue un Barça preparado y dispuesto para ofrecer su mejor versión, en el que significaría su estreno en el nuevo y súper moderno estadio que ha construido Florentino Pérez.

Jugar en ese césped sobre un suelo retráctil exige hacerlo como si pisaras la alfombra roja de Hollywood. Y el Barça llegó a ese estreno con vestimenta nueva, como mandaba la ocasión, y con la mentalidad y las ideas de un entrenador que en sus tiempos de jugador disfrutó en ese estadio casi tantas veces como lo visitó. Es la magia de Xavi Hernández. Ha construido un equipo con el que el barcelonismo vuelve a gozar.

Un equipo que sabe lo que tiene que hacer, con unos jugadores muy comprometidos y que están gustándose con lo que hacen. El equipo parece divertirse haciendo el pressing para recuperar el balón, deleitarse elaborando su ataque, y embriagándose de alegría goleando al rival. Era una semana terrible. Turquía y Madrid. Ha resultado ser la semana del desahogo, de la confirmación de un equipo que evoluciona cada día más, y la semana de la recuperación de la ilusión y el optimismo perdido.