No estoy de acuerdo con los que aseguran que Messi vive una especial soledad en el Barça, tampoco comulgo con los que hablan de que el mejor jugador del mundo está desprotegido por sus compañeros. Y los que pontifican sobre este tema lo dicen porque Messi lleva varios partidos negado ante el gol. Incluso creo, por lo visto en San Mamés y en el Benito Villamarín, que hasta el propio Leo está en desacuerdo con semejantes exageraciones.

Es normal la habilidad que tenemos los periodistas para darle la vuelta a la tortilla. En eso no nos superan ni los hermanos Roca, los gemelos Torres o Ferran Adriá. Después de leer durante toda la temporada una buena cantidad de titulares con el nombre de Messi como protagonista principal de los triunfos del Barça, en los que se le destacaba como un auténtico paraguas de la directiva y como el salvador del equipo, ahora resulta que esos mismos, que en todo momento han ninguneado al resto de jugadores como si solo jugara Messi, ahora hablan de la soledad, de la falta de respaldo y de la desprotección del crack argentino.

Una de las ilusas aspiraciones de cualquier barcelonista es ver a Messi vestido de azulgrana toda la vida. Y muchos confían que el capitán y estrella del equipo pueda jugar hasta de “4” cuando ya su punta de velocidad no sea la de sus mejores años. Y ese Messi, que hoy acumula más de una veintena de remates a portería sin el éxito al que nos tenía acostumbrado, demuestra en los últimos partidos que también es un jugador de equipo, un asistente de ocasiones de gol para que sus compañeros, esos que según algunos no lo respaldan, sean los que gocen de la alegría del gol. Y eso también hace feliz a Messi. Verlo correr hacia el compañero que acaba de convertir un gol y abrazarlo con tanto cariño solo hace que contradecir las crónicas que hablan de su soledad o su desprotección.