Perdieron. ¿Y qué? El Barça femenino hizo historia en Budapest ante el Olympique de Lyon. El mejor equipo de Europa --y si se me permite del mundo actualmente-- favorito en todos los pronósticos, con mejores jugadoras, mejor preparación física y mental, más experiencia y más presupuesto.

Y aún con todo ello, el Barça dio la cara. Mostró facetas del juego muy interesantes y no perdió el estilo. Murió con él, aunque eso comportara perder balones y quedar retratadas en el duelo físico. Hoy y hasta mayo del año que viene serán las subcampeonas de Europa mucho antes de lo que el proyecto deportivo del club auguraba. Un orgullo y un hito histórico para el club, la afición y el fútbol español. 

Un sueño hecho realidad que solo ha sido el principio de una historia que promete y que necesita tiempo, voluntad e inversión para traducirse en títulos. Como me dijo el colega Toni Padilla en el mismo estadio: “Si esto tiene que ser el Steaua de 1986 en Sevilla para el femenino, que lo sea”.

90 minutos que dan para muchas observaciones y conclusiones de las que personalmente sacó dos grosso modo. La más importante: un orgullo que nadie más puede pronunciar en España ante un equipo de época y que me llena como culé. La segunda: una vergüenza ajena monumental ante los demagogos y oportunistas. ¿No dieron la talla? ¿Flaquearon en defensa? ¿Muy poca pegada ofensiva? ¿Dadivosas?

Bien, vayamos por partes. Empecemos por la económica, que no es la más importante, pero que refleja las diferencias entre la Liga española y la Liga francesa y ambos clubes.

Presupuesto del Barça: 3’8 millones de euros. Presupuesto del Olympique Lyon: 9 millones de euros. Casi el triple. Un colchón económico que ha permitido al club francés fichar a destajo y a su antojo a las mejores jugadoras de Europa. Vamos, el Lyon es el equipo que se haría cualquier aficionado en el FIFA.

La experiencia es un grado

Un equipo que lleva desde 2010 jugando finales europeas, de las que ha ganado seis –cuatro consecutivas-- con una experiencia que se reflejó en sus rostros, mientras las nuestras vivían por primera vez una final. Pequeños detalles que marcan la diferencia entre las consolidadas y las que empiezan. La misma diferencia entre la ocasión clara de Duggan en el minuto tres que erró la inglesa y el acierto de Ada Hegerberg en el minuto cuatro para abrir el marcador.

La física está clara. El Lyon no jugó ni al 100%, sentenció sin la necesidad de vaciarse. La velocidad de Van de Sanden fue el agujero negro del Barça. No tuvo oposición real con Leila y Mapi León se vio muy exigida en la cobertura. Arriba más de lo mismo. Dos centrales de categoría y de un portento físico casi imposible de superar: Renard (1’87) y Mbock (1’73) frente a Duggan (1’68), Martens (1’70) y Mariona (1’64). Lo mismo o peor en la medular.

Una foto de las jugadoras del Barça tras perder la final de la Champions League ante el Olympique de Lyon / FCB

Una foto de las jugadoras del Barça tras perder la final de la Champions League ante el Olympique de Lyon / FCB

Una foto de las jugadoras del Barça tras perder la final de la Champions League ante el Olympique de Lyon / FCB

Vergüenza aquellos que criticaron al Barça, que fueron pocos pero ruidosos. Aquellos mismos que se llenan la boca de igualdad y que no han visto un partido de fútbol femenino en su vida y que esperaban ver en Budapest, desde el sofá de sus casas, una exhibición azulgrana. Desde aquí les invito a ver el juego de las nuestras en la Liga y el juego, dominio y ritmo de las francesas en la suya. Dos mundos paralelos muy distintos.

Vergüenza también para GOL, quien conectó con el partido diez minutos más tarde por un miserable --con todos mis respetos-- SevillaAthletic Club. La última jornada de Liga con todo resuelto en el minuto 80 tiene prioridad ante una final. Para llorar. Vergüenza también para la UEFA que también habla de igualdad y 'premia' al conjunto ganador 450.000 euros, frente a los 19 millones de euros que se embolsa el campéon de la final masculina de la misma competición. Vergüenza también por el cartel de entradas agotadas. Se reservaron un centenar de asientos en tribuna que quedaron vacíos. Vergüenza también las localidades vacías que no se llenaron por el irrisorio precio de las entradas. Tres miserables euros que invitaron a la especulación de algunos en la reventa y que privaron a muchos acceder al estadio.

Respeto máximo

Orgullo de equipo y orgullo de afición. De los más de 2.000 azulgranas trasladados a la capital húngara para apoyar al equipo, especialmente mentar a los que se dejaron la garganta pese al marcador en contra en el minuto 5 y la sentencia del 4-0 en el minuto 30. El resultado era lo de menos. Aquellos que se vinieron abajo no entendieron de que se trató la final. No solo era fútbol. Era una reinvidicaciónn social. ¿Acaso pensaban ganarla? Ojalá. No quiero sonar conformista. Yo también creí en la remota posibilidad de proclamarnos campeonas y destronar a las reinas de Europa, pero la final evidenció las necesidades del Barça y, paralelamente, del fútbol español. En todos los sentidos. 

Las azulgranas dieron la cara y son subcampeonas, algo que hoy por hoy, el Barça masculino no puede decir. Silencio y respeto. Estas chicas han hecho historia.