El Barça todavía está en estado de shock. El final de temporada fue muy duro y la entidad necesita un chute de adrenalina para superar la actual depresión. Como no habrá cambio de entrenador ni despidos en la dirección deportiva, la reconversión afectará al vestuario y habrá alguna salida impopular para financiar futuros fichajes. En tiempos de desasosiego, toca una profunda reflexión sobre el modelo y fichar con criterio.

A 10 días para el cierre del actual ejercicio, el Barça busca la fórmula para cuadrar sus números. Esta pasa por ingresar 70 millones y aplazar las contrataciones.

La de Griezmann está bien encarrilada. En el Atlético aseguran que el delantero francés se comprometió con el Barça en marzo. En el Camp Nou optan por un prudente silencio, como debe ser. A partir del 1 de julio, su cláusula pasará de 200 a 120 millones de euros y será el momento de ejecutar una operación que comportará alguna salida sonada. La más deseada, la de Coutinho.

En el Barça nadie duda del carácter y la calidad de Griezmann, pero Valverde no lo tendrá fácil para encajar al astro francés, un segunda punta cuyo hábitat natural es muy parecido al de Messi. De su habilidad dependerá que el internacional galo sea el revulsivo ideal para el equipo azulgrana.

La discreción con el caso Griezmann contrasta, en las últimas horas, con el gran revuelo que se ha montado ante el posible regreso de Neymar al Barça. Castigado por los excesos de su vida privada, el crack brasileño busca una salida. No quiere seguir en el PSG y se ha ofrecido al Barça.

Messi avala el regreso de Neymar pero su entusiasmo contrasta con los recelos de la dirección técnica y de la junta directiva. En el club esgrimen que su fichaje es, económicamente, inasumible en los actuales parámetros que marca el PSG: el pago de 300 millones de euros.

El de Neymar sí es un fichaje de riesgo. Casi suicida. Hace dos años se fue a cajas destempladas. Buscaba un liderazgo y un reconocimiento que no podía tener en el Barça, siempre a la sombra de Messi, pero no podía imaginarse que Mbappé sería el nuevo icono del club parisino.

En Francia, el rendimiento de Neymar ha menguado, ya sea por algunas inoportunas lesiones, ya sea por cuestiones personales. Por sus excesos y excentricidades. Por algunos escándalos que desaconsejan su regreso a Barcelona. Pagar 100 millones de euros, además de Dembelé y Rakitic o Umtiti, por rescatarlo, sería una temeridad, un error histórico que tendría graves consecuencias para la entidad. Neymar se fue como el tercer mejor futbolista del mundo. Hoy cuesta situarlo en el top-10.

Bartomeu, de momento, se mantiene firme ante las presiones de Messi. Está bien que el argentino mande en el campo, pero sus recetas para mejorar el equipo suelen ser erróneas. Comprensible es, también, que Leo quiera rodearse de un equipo solvente, que se complemente con él, pero su amigo Neymar no parece ser el mejor aliado para solucionar los déficits mostrados en los últimos meses.

Con Messi y Suárez, el Barça sufre horrores cuando pierde la pelota. El equipo ya no presiona como antes y el regreso de Neymar todavía desequilibraría más al Barça. Griezmann es otra historia. Al menos, en el Atlético. A su desparpajo y velocidad con el balón añade una gran capacidad de sacrificio. Puestos a elegir, mejor jugársela con el francés, empeñado en seguir creciendo. El brasileño, en cambio, ya está de vuelta. Neymar no, gracias.