Estaban muertos, jugaban sin alma, habían tocado fondo, ganando evitaban el desastre, naufragaban, no tenían nada y hasta sus victorias eran un disfraz de carnaval en noviembre. Y ante el Borussia Dortmund, esa otra mal llamada final --como la del Leganés--, había que temer lo peor. Todo eso decían proféticas voces.

Seguramente habrá quien diga ahora que el Dortmund es el rival más débil de la Champions, recordando el mismo comentario de esas “ligas que se ganan porque el Madrid es el peor de la historia”. Pero bueno, como dice Ernesto Valverde, esto es lo que hay.

Y salió el Barça a definir ante el Dortmund su candidatura al título de la Champions. Y dijo, con voz alta, con el volumen al máximo, “si me tienen que enterrar háganlo cuando me muera, no me entierren vivo”. Bravo Ernesto, tu cara me gusta más en las ruedas de prensa que cuando estás en el banquillo, pero prefiero tu imagen a la de Celades, que parece estar a punto de romper en lágrimas.

Y salió Valverde con Busquets, ese que dicen que está acabado, y con Rakitic, ese que dicen que está en venta, dos veteranos que saben de memoria el ABC del juego del Barça y, sobretodo, los movimientos de Suárez y Messi, y con De Jong, el fichaje que mejor se ha adaptado al equipo. Y ese Barça empujado por la afición salió a dar una lección, eso que quería Valverde para que hoy los medios críticos quizás hablen de transformación, camaleones o de doctor Jeckyll y mister Hyde , o que simplemente este Barça aplaza su entierro. Da igual. Siempre habrá algo que objetar en negativo. Lo bueno y positivo es que ahí está el Barça posicionado en lo más alto. En la Liga y en Europa.