Unas pocas horas después de que Xavi Hernández manifestara que el Barça es el club más difícil de dirigir del mundo, Joan Laporta y todo su séquito comprobaban también que el Barça es una entidad en la que no se puede jugar con fuego por muy valiente que seas, o porque te sientas dueño y señor suyo. “El puto amo”, que diría Pep Guardiola.

En el afán de calmar la indignación de la masa social, Laporta utilizó la palabra “vergüenza” para definir lo que pasó el jueves en el Camp Nou. Podía haber pedido perdón. Ver el Camp Nou teñido de blanco sin que jugara el Madrid la final de la Champions, o por muchas ganas que tenga de volver a encontrarse con los madridistas -como rezaba su lema de campaña hacia la presidencia- no tiene justificación alguna. Pero Laporta no es de los que perdonan, y menos pide perdón.

Ese Jueves Santo se sintió algo más que una vergüenza. Fue una deshonra, que podría aceptar hasta una palabra más soez y, sin embargo, ideal para definir esa noche. Ese jueves 14 de abril, hablando claramente, se vendió el Camp Nou. Ni siquiera en una final de la Champions, la UEFA hubiera repartido tantas entradas a uno de los finalistas. La directiva de Joan Laporta tendrá que sumar esa página negra en su historia.

El presidente, además de decir que había sentido vergüenza, también habló de abrir una investigación para saber lo que había ocurrido. Incluso alguno de sus asesores quiso culpar a los socios de revender sus entradas. Pero no señores y señoras. Eso no es creíble y mucho menos admisible. Más de 30.000 alemanes no llegan el mismo día del partido así por así, y menos durante Semana Santa.

Pero Joan Laporta podía también haberse sacado de la manga otra vez el recurso de la “confidencialidad” que ya utilizó para que unos pocos socios validaran el contrato con Spotify, en el que también se vendió el nombre del Camp Nou. Lo podía y puede hacerlo. Tiene toda la confianza del socio y directivos que no le llevarán la contraria.

Ha sido elegido por los socios que lo votaron enamorados de los resultados deportivos conseguidos en su anterior etapa para mejorar lo que había, no para empeorarlo. Todos han aceptado en silencio que dejara marchar a Leo Messi y que haya vendido el Camp Nou, a unos ocultando los detalles económicos del contrato, y a otros por una recaudación de 3,5 millones de euros.

Esperemos a ver en qué acaba la investigación. Esta noche toca animar más que nunca al equipo, pero los socios tienen una oportunidad de mostrar su repulsa o aprobación a la profanación que sufrió el Camp Nou el pasado jueves.