Lionel Messi hizo más grande al Barça. Nadie discutirá esta afirmación. El catalán, que escribe muchas palabras con dos “s”, siempre pensará que Messi es Messi porque se hizo en la Masia del Barça. Y Messi centrará el prólogo y el epílogo de la historia más bella de este club. Si nace otro más grande que él, ya lo cambiarán los sobrevivientes de esta pandemia. Pero Messi, su familia, sus amigos, sus asesores, su equipo de comunicación tienen que saber de memoria todo lo que significan para el barcelonismo. Por encima de todo está el legado que deja, lo que representa, lo que significa para millones de niños que han crecido con la idea de que un día serán como Leo. Y Messi, y su equipo de comunicación, y sus hermanos, y su padre, y su mujer, tendrían que ser consejeros fieles de todo esto. Si tú eres la joya, el capitán, el líder, el que cobra más de este equipo no puedes dejar de hablar cuando te eliminan de la Champions con un resultado escandaloso o cuando pierdes contra el Atlético de Madrid, pero sí hacerlo cuando llegas al aeropuerto de un viaje de 15 horas a preguntas que solo buscan el vomito porque son basura. Y ahí falla Leo Messi y después su equipo de comunicación.

Y por todo ese cúmulo de actuaciones, Messi acaba dando la impresión de que su comportamiento es lo más parecido al hombre o la mujer que ya está siendo infiel a su pareja, como quien ya está saliendo con otra pareja. Esos momentos en que acabas respondiendo que estás harto que todo es culpa tuya. Y él, que ha sido un ídolo para todo un mundo de aficionados y, en especial, para los barcelonistas, tendría que cuidar ese detalle, por llamarlo de alguna forma. La buena imagen de Messi solo la puede borrar el propio Messi. Y por sus últimas declaraciones y actuaciones en el campo, es él quien se está encargando de poner no solo su nombre sino su prestigio de vuelta y media. Y eso duele, y nos duele a los que siempre lo hemos admirado.