Las asambleas, como las pistolas, las carga el diablo. Joan Laporta, presidente del Barça, siempre ha despreciado a las peñas del club, a diferencia de otros dirigentes como Josep Lluís Núñez y Josep Maria Bartomeu, y este sábado sufrió una dolorosa e inesperada derrota en su voluntad de suprimir la Confederación Mundial de Peñas.

El Espai Barça y la suspensión del artículo 67 de los estatutos del club eran las grandes obsesiones de Laporta, que preparó a conciencia los dos puntos. Con un discurso muy pausado, didáctico y hasta diplomático, el presidente expuso los presuntos beneficios que tendrá la reforma del Camp Nou para la recuperación económica de la entidad. Fue un Laporta seductor que logró su propósito en un proyecto estratégico con muchas luces y sombras por su elevado coste: 1.500 millones de euros.

Laporta también salió victorioso con la supresión del artículo 67 que obligaba a una junta directiva a dimitir si acumulaba pérdidas en dos ejercicios consecutivos. La asamblea, sin embargo, no fue lo plácida que podía imaginarse el presidente del Barça, enfrentado con el movimiento peñístico.

Las peñas, históricamente, tuvieron mucha sintonía con Núñez, que se aseguraba sus votos a cambio de un buen trato. El exvicepresidente Nicolau Casaús era una persona respetada y admirada. Nadie conocía mejor que él las necesidades y los caprichos de todas las peñas. De Barcelona, de Cataluña o del resto de España.

Laporta, seguramente por oposición y rechazo al nuñismo, ya ninguneó a las peñas en su primera etapa como presidente del Barça. Sorprende, sin embargo, que se obcecara con el coste de la Confederación Mundial de Peñas y declarara una guerra abierta en la que tenía todas las de perder.

Este sábado, en el segundo acto de la asamblea de socios compromisarios, los peñistas se organizaron y fueron a una. Molestos con Laporta, se ganaron el apoyo de muchos compromisarios del Barça. En el recuerdo siempre quedará la intervención de Nicolás Pérez, el presidente de la federación de peñas de Castilla y León, que le sacó los colores a un Laporta que perdió los nervios y una votación muy reñida y hasta confusa. Las peñas se cobraron su particular venganza.