Fue en el 2016 cuando Carolina Herrera lanzó al mercado un perfume que llamaba especialmente la atención por la impresionante forma del frasco en el que venía envasada la fragancia. Era un hermoso tacón de aguja. Lo presentó bajo un lema que decía “es tan bueno ser malo”. Muchas veces he querido comprarlo para hacer un regalo, pero al final me he inclinado por otro. Seguro que huele bien, pero lo verdaderamente espectacular es el tacón de ese zapato.

En el fútbol también existen goles que son perfumes envasados en unos taconazos que impresionan por su forma y asombran por su ejecución, y que además tienen un brillo especial. Son taconazos que enamoran y que forman parte del mejor aroma que desprende el fútbol del Barça. Luis Suárez, que ha marcado en su carrera cientos de goles, no dudó en calificar su gol al Mallorca como el mejor de su carrera. En el Camp Nou, donde se han visto también goles de factura imperial, no se había visto uno como ese del uruguayo que significó el 4-1 ante el equipo balear. Toda una exquisitez, una maravilla de espuelas, de un goleador inmenso, que tiene enmarcados tantos de chilena, de volea, de cabeza, de faltas directa, que desafortunadamente pasó a un segundo plano por el hat-trick de su amigo Leo Messi.

La goleada, ante un rival flojo, ha sido loada por todos aquellos críticos que vaticinaban el hundimiento del equipo hace unos meses, los mismos que criticaban que los goles se marcaran a balón parado, los mismos que atizaban a Ernesto Valverde por dar fiesta a los jugadores después de algún partido en el que no todo había salido como el equipo hubiera querido. Pero ahí sigue el Barça de Valverde confeccionando goles de todas las facturas para convertirse con 41 tantos en 15 partidos en el equipo más goleador de las principales ligas europeas.