Leo Messi ya no es intocable. No lo es porque su rendimiento, objetivamente, es menguante y, sobre todo, porque ha perdido gran parte de su inmunidad desde el día que le envió un burofax al club en el que expresaba sus deseos de romper con todo e irse del Barça.

El crack argentino, de momento, tiene buenas vibraciones con Koeman. Respeta su autoridad, ¡faltaría más! El técnico es directo. Su discurso es claro, sin adornos, y Messi sabe que la edad de oro del Barça comenzó con Ronald, a quien no puede mangonear como hizo con Quique Setién.

Messi, de 33 años, sigue siendo el gran referente del Barça. En ataque, claro, porque en defensa se aplica muy poco. Por mucho que se empeñe Koeman en situarlo como falso delantero centro, él se encuentra más cómodo de mediapunta, con más campo de visión, repartiendo juego, combinando con sus compañeros. 

Leo ya no tiene la explosividad de hace una década, pero su visión panorámica ha aumentado. El problema es que juega en la misma demarcación en la que mejor rinden Griezmann y Coutinho, dos futbolistas por los que se han pagado 300 millones de euros. Su mejor versión va contra el progreso de Antoine, menos genial y sofisticado pero mucho más sacrificado.

En el primer tramo de la temporada, Messi se ha mostrado muy participativo pero poco inspirado. Muchos menos acertado de lo habitual. Los partidos, parece, se le hacen eternos y su mejor actuación llegó el pasado sábado. Contra el Betis.

Messi, curiosamente, comenzó en el banquillo. Entró en la segunda parte y en 45 minutos maravillosos revolucionó un buen partido del Barça. Marcó dos goles (uno de penalti) y regaló otro a Griezmann sin hacer nada, engañando a la defensa del Betis.

El día que Messi jugó medio partido, todo cuadró. El problema es que Messi cobra 100 millones de euros anuales, cantidad que debería obligarle a mucho más. Tal vez ahora debería cobrar la mitad, pero uno teme que se aproveche de la actual crisis institucional para apretar las tuercas al próximo presidente y logre un contrato de por vida. 

Messi, sin duda el mejor jugador del Barça de todos los tiempos, vive de rentas. Es presente, pero sobre todo es pasado. Futuro, desde luego, no es o no debería serlo. La esperada renovación total del equipo pasa, en primer lugar, por su salida y por levantarle una estatua en la tribuna. Leo ya no está para ser el salvador de la patria azulgrana. Y una salida con todos los honores es mejor solución que una hipoteca eterna en un club que no está para bromas por su delicada situación económica.