Este es el debate final que el presidente Joan Laporta acabará proponiendo a sus socios y socias. La ruina económica del futbol es un hecho pero también lo es que la inflación que está propagando las fichas millonarias de los jugadores son insostenibles. Y también es cierto que las diferencias, sólo en presupuesto, entre el primer clasificado y el último de la Liga pueden ser diez veces más grande. Por lo tanto, cuando hablamos de pobreza, diferencias y grandes repercutidos debemos ser conscientes que no podemos caer en el populismo que, ahora, el patito feo de la historia son los grandes clubes. Hecha esta consideración y, a la vez, sin entrar en un posicionamiento que parece que va de tribus, de banda, una u otra, debemos definir las cosas por cómo son. Si bien es cierto que el argumento de una Superliga no puede nunca convencer a la mayoría de los actores del sistema del fútbol, también es cierto que lo que anuncia la UEFA es totalmente falso: el PSG no se puede convertir automáticamente en ganador porque jurídicamente, en derecho deportivo, no se puede expulsar esta temporada al Real Madrid, el City y el Chelsea.

Pero vamos a retomar la idea del principio de este artículo. Es como cuando nos dicen: estás en un bote salvavidas y sólo puedes salvar a uno, ¿qué prefieres? Y en este debate de blancos o negros, irá la argumentación para defender desde estos clubes la creación de una Superliga. Culé, ¿prefieres jugar contra el Valladolid de turno o seguir viendo a Messi con la camiseta azulgrana? Culé, ¿prefieres poder luchar para volver a traer a Neymar y que el Madrid haga lo mismo fichando otro potencial como Mbappé o vamos a seguir esperando que salgan otras estrellas? Culé, ¿prefieres pagar un abono más reducido o ir hacia un modelo más de entretenimiento en el que tu asiento romántico en el Camp Nou ya no sea tan imprescindible? Y en estas preguntas, en paralelo, los clubes de la Superliga van gestionando un mecanismo de poder que ansían desde hace tiempo. Es curioso constatar como este proyecto es el único que ha acabado uniendo dos visiones opuestas del barcelonismo: Bartomeu y Laporta. ¿Hacia dónde vamos? Una incógnita. Pero lo seguro, como la Covid, es que nada volverá a ser como antes.