Dice el refrán que a perro flaco, todo son pulgas. E Ivan Rakitic está viviendo los peores meses de su carrera deportiva. Todo comenzó en Anfield

Rakitic fue titular el día del desastre, el 7 de mayo. Jugó 79 minutos, hasta que cedió su puesto a Malcom. En ese momento, el Liverpool acababa de culminar la remontada y el bochorno: 4-0. Tras la debacle, según mostrará el documental de Rakuten en las próximas semanas, se le vio muy serio en el vestuario. Abatido. Como todos. Pero apenas unas horas después se marchó a Sevilla a disfrutar de la Feria de Abril. Se fotografió sonriente. Le llovieron palos por ello.

Todavía en mayo, concedió una entrevista que tampoco sentó bien a un sector del barcelonismo. Preguntado por el fichaje de Frenkie de Jong, Rakitic aseguró que el neerlandés no jugaba en su posición, y que su puesto estaba “ocupado”. Eran unas palabras sin maldad, pero que también le marcaron el verano.

Jugador imprescindible para Ernesto Valverde en años anteriores, el Barça tanteó su venta hasta el cierre del mercado estival. Incluso se llegó a decir que el club quería incluirle en la operación para recuperar a Neymar. La Juventus también estaba al acecho. Se negó a salir, pero quedó tocado. No se ha recuperado. Porque, para colmo, apenas cuenta esta temporada para el técnico. Ha jugado 157 minutos en 5 partidos, a una media de 31 minutos por encuentro. Algunas contiendas las ha visto desde la grada. Ahora sí, puede salir en invierno.

Por si fuera poco, el lunes vivió la última desdicha de lo que llevamos de temporada. Recién aterrizado de Gales –donde jugó unos minutos con Croacia en el partido clasificatorio para la Eurocopa del 2020–, se encontró con el lío en el aeropuerto de El Prat. El Tsunami Democràtic inundó las instalaciones aeroportuarias en la movilización contra la sentencia condenatoria del procés, y el bueno de Ivan, como tantos otros, escapó de allí como pudo: a pie por la carretera. Menos mal que en casa le esperaban su mujer, Raquel, y sus hijas con un bizcocho sin gluten en forma de corazón. ¡Vaya temporada horribilis!