El Barça tiene, por fin, nuevo presidente. Era muy importante para el club recuperar la estabilidad institucional existente en los últimos meses. A Joan Laporta le toca ahora responder a las grandes expectativa que ha generado su vuelta. Una cosa es ganar una campaña electoral y otra es gestionar un club en dificultades económicas pero con un grado de exigencia espectacular. 

Y sería deseable que lo gestionar con más previsión y mejor planificación que la mostrada en el esperpento proceso de consecución del aval.  En campaña, Laporta dijo a los socios que el aval económico saldría del bolsillo de los directivos que a la postre fueron los votados. Pero, a la hora de la verdad, la mayor parte de la fiesta la pagan Jaume Roures y el presidente de Audax Renovable, José Elías, quién, por cierto, no puede ser directivo porque hace dos días que se hizo socio del Barça y ha admitido que no le gusta el fútbol. 

Es lógico que quién pone dinero quiera mandar. ¿Será Laporta un presidente libre? Ya lo veremos. De momento lo tiene todo a su favor, el respaldo de los socios y el apoyo de los poderes políticos y económicos del país. La cuestión es: ¿qué pasará? ¿Cómo actuará el nuevo presidente cuando esos intereses no confluyan con los del Barça?, que ya de por sí tiene muchos rivales y oponentes. 

Una cosa es abrazarse a los jugadores y repartir sonrisas y otra muy diferente tomar decisiones dolorosas y desagradables pero que son absolutamente necesarias para proteger al club. Ya sabemos que hay muchos intereses externos con ganas de aprovecharse y utilizar al Barça. Esperemos que Laporta sea impermeable a ellos. Y, a su vez, tenga toda la suerte y los mayores aciertos posibles porque eso será la mejor noticia para el Barça.