Ivan Rakitic, Arturo Vidal y Luis Suárez ya forman parte de la historia del Barça. De una historia con muchas luces y un final oscuro. Horrible. Por ellos, el club ingresará muy poco, normal tratándose de futbolistas de más de 30 años, con sueldos estratosféricos y rendimiento menguante. El ahorro por las fichas, en cambio, es descomunal y podría ser de unos 30 millones de euros, que no está nada mal.

Mucho más joven es Samuel Umtiti (26 años). El defensa francés también está en venta, pero su maltrecha rodilla tumba a cualquier pretendiente. Calidad le sobra, pero su estado físico no es fiable. Umtiti no aguanta dos partidos consecutivos sin dolor y ya no es aquel central indestructible que solucionaba tantos y tantos problemas. Su negativa a operarse ha sido un duro golpe para el Barça, que le mejoró su contrato antes del Mundial de Rusia. La pesadilla ya dura dos años. 

Al Barça tampoco le iría mal la salida de Junior, un lateral que prometía mucho y se diluyó muy pronto. Blando en defensa y demasiado errático con el balón, insiste en que no quiere irse del Camp Nou. Todibo también está en el escaparate. Posiblemente acabará siendo un buen negocio, pero difícilmente se ingresarán los 25 millones de euros que pide la dirección deportiva. Las números, en cambio, difícilmente cuadrarán con Braithwaite, un delantero de medio pelo fichado hace medio año por 18 millones de euros. Las urgencias de entonces son un lastre ahora. Los traspasos de Arthur y Semedo sí han sido satisfactorios. Buenos, económicamente y asumibles, deportivamente.

La revolución que necesitaba el Barça se ha quedado a medias. Todavía sobran piezas y faltan recambios. Revolución hubiera sido la marcha de Messi. Su calidad no se negocia. Tampoco su deseo de ganar. Otra cosa es que se haya quedado a disgusto, que se dosifique en todos los partidos y que gane 50 millones de euros netos por temporada. El Barça 2020-21 también gravitará alrededor de Leo. No funcionará como un bloque.

Messi, al menos, sabe que Koeman tiene carácter y no le concederá tantos privilegios. El problema pasa por su encaje en el equipo. Él y Griezmann se estorban. Ambos son mediapuntas. Como Coutinho. En cambio, el Barça adolece de un delantero centro de nivel. La mala planificación de años anteriores también pasará factura en el curso actual.

Con mucho escepticismo y pocos motivos para la ilusión, el barcelonismo espera nuevas incorporaciones. Dest, un lateral con mucha proyección ofensiva, pinta bien. Pero, como mínimo, falta un central, un lateral izquierdo que presione a Alba y el citado delantero centro. Demasiados cromos pendientes en un club con la soga al cuello por su precaria economía que ya se prepara para un proceso electoral que será de armas tomar.