Interesante entrevista la de Jaume Giró, actual conseller de economía, ayer en RAC1. El que tenía que ser la gran pieza de la reorganización salarial del Barcelona, contó que decidió salir del proyecto de Laporta porque la intuición así se lo decía. Giró, que renunció a ser el directivo más importante del club, es un hombre al que la nariz le funciona muy bien. Sintió que, durante la campaña, ya había desarrollado su función y no encajaba en el entorno que Laporta había construido. Con perspectiva, se ve una clara diferencia entre el equipo de confianza del presidente y Giró. A mí, personalmente, Giró me recuerda al peso importante de la directiva que tuvo Laporta en el anterior mandato otros perfiles interesantes: como Albert Perrín y Jacint Borràs. Gente amueblada, educada, inteligente y con un buen don de gentes.

Por aquél entonces, Laporta intentaba ganarse la confianza de UEFA y FIFA. Conocía los caprichos personales de sus máximos representantes y por eso, cuando quería ir a buscar afinidades, llevaba bajo el brazo un reloj Rolex de regalo. Estos pequeños detalles, escribir cartas de agradecimiento después de una comida o siempre acordarse de felicitarlos cuando el momento lo requería, condujeron a que Laporta estuviera bien visto, al Barça se le escuchara y confiaran en su proyecto a nivel europeo e internacional. Recuerdo que, en paralelo, también fue la época de integrar Unicef en la camiseta

Y es en este savoir-faire con el que relaciono a Giró y, lamentablemente, pongo en duda que tengan la mayor parte de la directiva actual. No debemos perder los detalles, los profesionales y, especialmente, el talento. De los amigos y el buen rollo, uno no puede dirigir un club. Tomar la metáfora de los Rolex en su día o escuchar a Giró, pueden ser dos buenos puntos de partida que debe tomar Laporta para no descarrilarse.