Ha vuelto el rey. Por la puerta grande. Con toda clase de honores y reconocimientos. Es el mejor futbolista de todos los tiempos y no hay quien lo pare. En semanas como esta demuestra más que nunca toda su grandeza. Indiscutible. Intacta. El mejor remedio posible contra el debate instalado en el barcelonismo sobre el mal juego del equipo

La semana grande de Messi comenzó el lunes pasado, cuando se filtró que iba a ganar el Balón de Oro. Periodistas de France Football se trasladaban a la casa del astro argentino en Castelldefels y tomaban vídeos e imágenes con su familia. La deslumbrante Antonella enamoraba a todos con sus cálidas palabras, acompañada de sus divertidos pequeños.

Conocida la gran noticia, Messi activó nuevamente el modo destroyer, que debido a una lesión prolongada a principio de curso tardó algo más de lo normal en aparecer. Para volver a reivindicarse tenía dos oportunidades estelares contra el Borussia Dortmund y el Atlético de Madrid.

Dos rivales temibles que se caracterizaron por dar el primer aviso al Barça durante los compases iniciales de partido, pero que terminaron reducidos gracias al poder irresistible del 10.

El miércoles, Messi bailó en el Camp Nou y comandó una escuadra que por momentos renunció al balón para hacer de la velocidad y el contragolpe sus armas más letales. Siempre con él a la cabeza, el Barça firmó uno de sus mejores partidos del curso (cosa que tampoco era muy difícil) pese a perder la posesión. Messi asistió a Luis Suárez, marcó en combinación nuevamente con el uruguayo y repartió otra asistencia a Griezmann.

El Barça lograba la primera plaza del grupo de la muerte a falta de un partido y no solo eso. Los azulgranas sumaban una racha de imbatibilidad de 19 partidos en fase de grupos y ya van 13 temporadas consecutivas accediendo a los octavos de la Champions como primeros de grupo. Además, en su partido 700, Messi sumó otro equipo a su lista de víctimas: y ya van 34.

El domingo en el Wanda Metropolitano no fue menos. Pese a la hostilidad rival, y tras unos primeros minutos agónicos por la persistente ferocidad del cuadro colchonero, Messi volvió a ser el factor diferencial tras una nueva combinación magistral con su amigo Suárez.

El astro argentino se quitó la espina de no haber marcado todavía en el Wanda (en Liga) y firmó su gol 700 (entre el Barça y la selección argentina) en el único estadio de Primera División donde todavía no había perforado la red. Golpeándose el escudo, Messi celebró su 30º gol al Atlético en 39 partidos.

Dos triunfos de mérito ante rivales de los más complicados de Europa comandados por el astro argentino para llegar al Teatro de Chatelet de París entrando por la puerta grande. Ovacionado por el mundo del fútbol, Leo sedujo también con sus emotivas palabras tras recoger el Balón de Oro de manos de un caballeroso Luka Modric. El sexto galardón de France Football para superar a Cristiano Ronaldo y consagrar a Leo como el mejor de todos los tiempos.

Y, para culminar su semana grande, Messi puso el miedo en el cuerpo del barcelonismo insinuando su retirada. ¿Será verdad que le quedan solo dos años? Ya os digo yo que no.