Nada más ver una alineación del Barça en la que no aparece Leo Messi la mente, y a continuación el cuerpo, experimentan una especie de enfriamiento impropio e injustificado en alguien que ha visto golear al Madrid sin la participación del astro argentino. Es como si un partido que estás esperando desde hace dos días en el último momento dejara de interesar. Es lo más parecido a esa cita tan deseada con la mujer de tus ojos pero que al final no se produce porque ella no acude. Y lo peor es que la mente empieza a crearte unas dudas existenciales que, de verdad, asustan. Y piensas qué será del fútbol sin Messi, o mejor dicho, qué será del Camp Nou sin este argentino genial, irrepetible e inolvidable.

Hay amigos que saltan enseguida y te dicen que nada: como cuando se fue Cruyff, o Ronaldinho. Saldrá otro, rematan. Y a medida que avanza el partido contra el Leganés uno advierte que en el campo está Dembelé ejecutando un baile africano de driblings con ambas piernas, una demostración de velocidad que recuerda las carreras de Usain Bolt, y un remate a gol al estilo del mejor cañonero del área. ¿Será Dembelé ese hombre que nos asombre tanto como Messi? ¿Será el francés el futbolista que nos obligue a no recordar al argentino en cada partido? La exhibición de Dembelé fue preciosa, sin duda, y es una verdadera lástima que se lesionara, pero gracias a él la afición tuvo un protagonista con el que deleitarse, al mismo tiempo que admiraba las buenas cualidades de Aleñá.

Y en esas que ruge el Camp Nou porque en la banda comienza a calentar Leo Messi. Entonces el Barça ganaba. Solo saber que va a entrar Messi el cuerpo encuentra un argumento importante para la alegría e invita a tomar otro gintonic. Cuando entró Leo, el Leganés había empatado, como pensando en hacer algo que le permitiera sobrevivir antes de que entrara el fenómeno del Barça. Pero la sensación era que ese partido ni se iba a empatar ni se iba a perder en cuanto entrara el mejor jugador de la historia. Ese partido se iba a ganar. Media hora era suficiente.

Y es entonces cuando recuerdo esa frase tan preciosa que el exfutbolista y periodista Michael Robinson, que lucha contra un cáncer, dio en una entrevista hace unos días al Magazine de El País: “Imagínate que pierdo 2-0 y falta media hora. Pero ahí tengo a Messi quitándose el chándal para salir. Lo gano seguro”. Seguro, Michael.