Cuestionado. Eternamente cuestionado. Así vivió Gerard Piqué su idilio deportivo con la Roja al que tras nueve años decidió poner fin por voluntad propia tras concluir el Mundial de Rusia. Debutó en 2009 como titular ante Inglaterra en el Sánchez Pizjuán y un mes y medio después debutó en partido oficial frente a Turquía.

Un encuentro en el que marcó el gol de la victoria (1-0) de la fase clasificatoria del Mundial de Sudáfrica del que posteriormente se proclamó campeón. Así como también se proclamó campeón de la Eurocopa 2012. Una aventura de casi una década, con 105 partidos oficiales y cinco goles que, pese a su profesionalidad, los hipócritas acabaron pagando con silbidos, incluso en territorio nacional.

El barcelonismo que apoya a la Roja, así como los sensatos que saben reconocer a un buen central, defiendan los colores que defiendan a nivel de clubs, merecen a Piqué, pero los silbidos de los indeseables y de los mojigatos acabaron con una de las defensas más envidiadas del mundo: la dupla Ramos-Piqué que gobernó Europa con una sobriedad envidiable y que ahora, ha quedado huérfana. 

El refranero lo advierte: uno no sabe lo que tiene hasta lo que pierde. Y así es. Parece ser que el único que sabía lo que tenía la Roja es Luis Enrique, que lo tuvo en el Barça y que pese a intentar convencerle, no pudo con las convicciones de un jugador que es mucho más que un futbolista.

Pagan justos por pecadores

Esa doble vertiente entre personaje público y jugador que generó ese amor-odio entre la hinchada más casposa y que vinculó su corazón azulgrana y catalanista con un separatismo político que nunca ha oficializado. Y nos dejó a aquellos que disfrutamos con Piqué, huérfanos de todo lo que supone un jugador que no cumple con ningún rol preestablecido.

La política y el deporte están estrechamente relacionados, pero con Piqué se sobrepasaron límites nunca vistos. Casualmente, los mismos límites que ahora sus sustitutos --con todos mis respetos-- tienen a nivel deportivo. Lucho continúa con sus pruebas de cara a la Eurocopa de 2020. Tiene dudas en todas las líneas del equipo, pero los problemas en la zaga se le acumulan. Hasta la fecha ya ha convocado hasta ocho centrales y ni uno ha sido capaz de rendir como el catalán.

Una foto de Gerard Piqué durante un partido con la selección española / EFE

Una foto de Gerard Piqué durante un partido con la selección española / EFE

Una foto de Gerard Piqué durante un partido con la selección española / EFE

El tiempo pone a todo el mundo en su lugar y aquellos que silbaban al central --que ahora para colmo y a su pesar ven cómo vive una de sus mejores temporadas de azulgrana-- se esconden en la cueva del españolismo más ignorante que quiso castigar al central por sus declaraciones y que ahora se ha convertido en un castigo deportivo que viven en sus propias carnes. 

Queda mucho para ver qué sucede en el campeonato europeo. Ojalá Luis Enrique encuentre la figura que falta para acompañar a Ramos, pero que nadie se olvide de lo que fue --y pudo ser Piqué-- con la Roja. Se partió la cara, incluso el labio frente a Suiza, marcó y celebró goles como uno más y hasta enfundó la elástica nacional a sus hijos. Sin necesidad y obligación alguna. A los que hoy lloran ya es tarde. A los que silbaban hoy les falta el aire cuando ven el vacío que ha dejado el catalán en la zaga española. Sí, un catalán muy controvertido hace suspirar a miles de españoles. 

Afortunadamente, algunos aún podemos disfrutar del en la casa en la que jamás se le silbará por cuestiones ajenas a las que sucedan en el verde: el Camp Nou.