El nombre del campo del Barça viene acompañado de controversias desde antes de su construcción. Cuando el presidente Francesc Miró Sans proyectó el actual coliseo azulgrana, corrió por varios círculos la posibilidad de bautizarlo como Joan Gamper, el fundador del club desaparecido casi un cuarto de siglo antes. Pero el general Moscardó, delegado Nacional de Deportes, cortó de raíz las habladurías con una invitación formal al dirigente blaugrana para que se olvidase de ello, si es que esos rumores tenían algún tipo de fundamento. Nunca más se habló de esta posibilidad. La animadversión del régimen hacia Gamper se cocinó tiempo atrás, incluso con anterioridad a la dictadura franquista. 

En 1925, el Barça organizó un partido contra el Júpiter para homenajear al Orfeó Català, y los dirigentes azulgranas –con Gamper al frente en su quinta y última etapa en la presidencia– tuvieron la ocurrencia de invitar en el último momento a la banda de la marina inglesa, que estaba en la ciudad, para amenizar la jornada. Una banda que, a modo de agradecimiento, tocó el himno británico, primero, y el español, después. Pero este último no tuvo el recibimiento esperado y fue el centro de los pitos de la mayoría de los 14.000 espectadores que acudieron al festival. El fundador se desmarcó de inmediato de lo ocurrido y trató de argumentar y demostrar que no era una acción preparada, pero Primo de Rivera clausuró el campo de Les Corts y Gamper se exilió a Suiza –conservaba la nacionalidad–. Estos hechos, unidos a sus guiños al catalanismo, le costaron las etiquetas de catalanista y separatista hasta el final de sus días y más allá.

De este modo, el nombre del nuevo estadio –inaugurado en 1957– quedó desierto durante unos años, aunque popularmente se comenzó a conocer como camp nou para distinguirlo del camp antic, Les Corts. No obstante, en 1965, el club lo bautizó como Estadio del CF Barcelona tras consultar a los socios y, en 2001, tras otra encuesta, se cambió por el actual, Camp Nou. Hasta ahora, que se le añade el sobrenombre de Spotify, un acuerdo que tampoco está exento de discusión. Por el momento, ha provocado la dimisión –aunque no es el único motivo– del director general, Ferran Reverter, mano derecha de Joan Laporta, que no aprueba el negocio tal y como ha quedado redactado: 280 millones por tres años que incluyen los title rights y otros activos, así como un derecho de tanteo concluido este periodo. Un pacto más que favorable dada la situación mundial y de que el Barça no tiene a un referente claro tras la marcha de Messi. Hay que mencionar, en todo caso, que la plataforma musical está en la diana de algunos por permitir podcasts que contienen opiniones negacionistas sobre el coronavirus o muy críticas con la manera en la que se nos ha explicado la pandemia desde el poder. Pese a todo, y por lo pronto, Spotify Camp Nou no suena mal y llenará las arcas, que falta hace.

Spotify Camp Nou puede ser, de hecho, una lista de reproducción que incluya temas como Viva la vida, el símbolo del sextete, o canciones dedicadas a algunos de los jugadores que han pasado por el Barça. Sobre Maradona hay decenas, y de todos los estilos, como Maradó (1996), de Los Piojos; Maradona (1999), de Andrés Calamaro; y Dieguitos y Mafaldas (1999), de Joaquín Sabina, aunque sin referencias al equipo catalán. Messi también tiene buenas dedicatorias que repasan su trayectoria, como El pie de oro llegó (2008), de La banda del tigre Ariel; El petit més gran (2010), de Toni Beiro; y una especialmente simpática, Brindo por Messi (2012), de Maleso. Asimismo, tampoco pueden faltar Villa maravilla (2010), de Los Berrones; El niño maravilla (2010), de Tomo como rey, escrita para Alexis Sánchez; Eto’o (su jugador favorito), de La Granja (2003); El polifacètic (1974), de Josep Maria Mateo, en homenaje a Cruyff; ¡Sami! (1927), de Carlos Gardel a su amigo Pepe Samitier, y otra icónica, Temps era temps (1980), de Joan Manuel Serrat, en la que el cantautor recita de carrerilla la delantera de las Cinco Copas (Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón), aunque omite a Vila por cuestión de métrica.

Sin duda, el dinero y la música ayudarán a levantar el ánimo del equipo, esperemos que traigan algo de estabilidad institucional y, quién sabe, si acercan a Haaland en verano. En cualquier caso, se abre un tiempo de esperanza.